Por: Jesús Correa S.
e
camino a la Ciudad delos Libros, recuerdo aquel sentimiento de asombro y
desasosiego que reino en mí el día que
visite por primera vez aquel lugar (ésta es la segunda vez que voy). Desasosiego
me provocó imaginar el cómo pudieron haber vivido entre tantos libros José Luis
Martínez, Jaime García Terrés, Alí Chumacero y Carlos Monsiváis; y el trabajo
de mantenimiento que les pudo haber exigido. De ellos fueron las bibliotecas
personales que ahora ahí quedaron instaladas, en el edificio de la antigua
Ciudadela. El diseño de cada una de las bibliotecas es bastante agradable (me
gustaría decir maravilloso, pero no quiero crear expectativas demasiado
grandes).
Al salir del metro Balderas,
el que se encuentra más cerca, olvido que hay dos puertas de entrada y termino yendo por el camino más largo y
peligroso. Me pregunto cuál habrá sido la razón que hizo que se olvidaran –entre
ellos el sádico de Calderón, quien formo
parte del proyecto– de la seguridad de los alrededores.
Esta vez entro a ver el acervo
de José Luis Martínez, la primera vez pasé al de Alí Chumacero. Por medio de
unas letras de presentación me entero que fue un diplomático, escritor,
académico que logró reunir 70 mil volúmenes, de los cuales muchos fueron colecciones
completas de suplementos, revistas, libros…Ya
me tomaré el tiempo para conocerlo más a fondo, pienso. A lo mejor en un futuro próximo busque un libro de él.
Paso más de media hora viendo los títulos, hasta
que llego a una sección donde encuentro varios números de las revistas de La Universidad de México,Tierra Adentro,
Proceso…
Regreso a la entrada, donde se encuentra la encargada de los préstamos y le
mencionó lo que deseo revisar: «El
número 1 y el 47 de la revista Tierra Adentro,
por favor», le digo de la manera más amable que puedo y le doy las gracias. Me
los da y se voltea indiferente; parece de esas secretarias del gobierno que
siempre están molestas… Reconsidero:quizá sólo tuvo un mal día.
«Tierra adentro, otoño de 1974, no.1, publicación trimestral», dice
en la portada. Y más adelante el objetivo con el que nació: «iniciar una
efectiva descentralización de las actividades artísticas y culturales»…Tengo
que mencionar la sorpresa que causó en mí descubrir que lleva casi 39 años de
existencia esta revista dedicada a la literatura… Hojas adelante, un
articulista, llamado nada más ni nada menos que Mario Benedetti, habla sobre «la literatura latinoamericana, las relaciones entre el individuo y el
paisaje» y la manera cómo han cambiado (menciona libros de Gabriel García
Márquez, Onetti, Rulfo); artículo que,
desde mi punto de vista, no pasa de ser sólo curioso.
En el número 47, ya en el año de 1990, hay un
cambio radical en el formato y la tipografía –el estilo de las letras–. ¡Una
exquisitez para ver los cambios en el diseño editorial! En este número me
entero del origen del nombre: «El maestro Sandoval (Víctor Sandoval
[1929-2013], uno de los fundadores) recordó un verso del celebérrimo poema de
López Velarde escrito en 1916: Yo tuve,
en tierra adentro, una novia muy pobre/ ojos inusitados de sulfato de cobre(…). “Tierra adentro” es un término castizo
que se refiere al interior. Según el Pequeño Larousse significa “lejos de la
costa”. Sandoval pensó que podía identificarse con el centro del país», lugar
en donde se quería empezar a difundir las
actividades “culturales y artísticas”.
¿Por qué las bibliotecas no
tienen turnos nocturnos?… Compraría un par de cafés, los tomaría afuera y
pasaría la noche revisando más revistas…Pero no: son las 6 de la tarde y me
mencionan que tienen que cerrar. Aprovecho que estoy cerca para pasar al centro
de la ciudad, compro el número 181, el más reciente a la venta (abril-mayo
2013), de Tierra Adentro.
Al llegar a casa, prendo la cafetera y miro el desorden de revistas
y libros, que no son nada comparados con los de Ciudadela. Mientras escucho el ruido
del agua y el vapor salir, regresa el desasosiego que ya había mencionado. ¡Maldición! Tengo que ordenar este caos.
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