miércoles, 14 de agosto de 2013

De penes y vaginas

Por: Mister Bastard.

Un pene y una vagina son las armas más poderosas y perfectamente compuestas y servibles que el mundo conozca. El miembro y el orificio han sido perfectamente creados (no sé por quién y me importa una verga), que, sin importar los tamaños de ambos, embonan a la perfección, y aunque cada cual tiene sus funciones, cuando éstos se juntan, el resultado, en la mayoría de los casos, es un orgasmo, expresión máxima de placer corporal.

Si alguien te viene con la chingadera de que no hay mejor orgasmo que el que provoca una droga intravenosa, mándale a la mierda, si no es intracorporal no es orgasmo.

Se dice que la vagina es el motor del mundo (más allá de la banalidad estúpida del dinero), pues en ese caso el pene es la palanca que permite que el engranaje del motor del planeta genere el movimiento. No puede haber una consecuencia sin una causa, y es la vagina la consecuencia del pene, lo mismo que su causa. Ambos se sirven para sí mismo y para con el otro.

Aunque en cuestión de formas son tan dispares, el pito y la panocha (o llámele como guste) representan lo mismo y sirven para lo mismo, no por nada la una sangra y el otro eyacula casi con la misma frecuencia.

Si, occidentalmente hablando, el pene fue hecho para dar placer y la vagina para recibirlo, de la misma forma el pene puede recibirlo y la vagina darlo, dependiendo siempre de la posición en la que ambos se encuentren, y en el contexto en el que los cuerpos poseedores se desenvuelvan.

Por ello, cuando una religión reprime el uso de estas armas como mero instrumento de placer, personal o compartido, se niega en principio la naturaleza de la virtud humana, mas no así su generación (una vida), lo mismo que sucedería recriminarle al árbol por ser árbol y no por los frutos que de él provienen.

No inmiscuirnos en el debate de la sexualidad del vocablo, de las expresiones y modismo de cierta región del mundo, nos permite la valiosa libertad de utilizar a la verga y a la panocha como mejor se nos plazca, como instrumentos de tortura y sumisión, como armas en la batalla a muerte llamada sexo, tal vez como figuras literarias o retóricas, o bien como necesarias acotaciones de sensibilidad humana.

Así, una expresión como la ya anteriormente mencionada, “me vale verga”, puede ser sustituida sin reparo por un “me vale pucha”; y en lugar de invitar al otro vulgarmente a que nos mame el pito, podríamos invitarlo a chuparnos la pucha. “Chúpame la pucha, tremendo hijo de puta”; dicha expresión no tendría porqué causarnos conflicto de género.

Al fin y al cabo, se use dentro de la expresión literaria o no, el pene y la vagina tienen un fin único e inamovible: la generación de la vida.

Y, perdónenme aquellos que pregonen las ideas homosexuales, pero nunca un pene y un pene podrán dar vida, ni un pene y un ano (aunque también embonen) podrán germinar un ser; mucho menos (no se alarmen, mis amadas lesbianas) una vagina y una vagina, con el ir y venir de los fluidos, concebirán a un nuevo miembro de la familia humana. De dildos mejor ni hablamos.

Ya que si lo que dentro de sus putas mentes retorcidas es una idea de genocidio mundial, y de esa forma detener el viraje de la rueda de la evolución y mantenimiento de la raza humana, pues continúen con sus actos lésbicos y homosexuales, que para eso existe la libertad y no soy quién para recriminarles algo.

Por ello, después de terminar este petulante examen de consciencia, vayan al baño o ahí mismo en sus pupitres bájense los pantalones y observen con belleza aquello que les cuelga o no entre las piernas, y sin reparo mastúrbense como quien se siente orgulloso de su cuerpo, eyaculen al de a lado o eyaculen sobre los símbolos espirituales que prohíben el placer de la carne.

Si tienen alguien con quien hacerlo, cójanse y disfruten de los dos cuerpos que ahora les pertenecen. Además de admirar el culo o las tetas de esa mujer, o los brazos y el abdomen de ese hombre, admiren su pito, su vagina. “Qué rica vagina te cargas”, “qué buen pito te cuelga”, y diriman diferencias existenciales con tan sabias pero simples expresiones.

Una vagina sirve para promover campañas de esterilización y detección de enfermedades (aplausos), sí, pero también sirve para orinar, para menstruar, para recibir un pene real o falso, una lengua, un dedo, una botella rota, una escoba, un zapato o un balón de futbol americano. Por ese orificio entra un puño y también puede salir un recién nacido.

Un pene sirve para promover campañas de esterilización y detección de enfermedades (aplausos), también para orinar, eyacular, para pintar… y ya. Ni pedo, punto para la pucha.

Pero no se trata aquí de ventilar frustraciones sexuales que por siglos han venido arrastrando los hombres y mujeres de todas las épocas; ni un pito es mejor que una panocha, ni una vulva es mejor que un falo. Así, los dos son igual de valiosos e importantes.

Pelear por ello es tan nefasto como lo es un falso orgasmo o un orgasmo de un cura masturbándose o teniendo sexo con un infante. A la mierda, esos penes no sirven, no deben salir de sus braguetas, y en dado caso de que así fuere, sólo deberían salir para ser guillotinados. Lo mismo una vagina que viola, porque las hay, y no deberíamos sorprendernos, aunque sí deberíamos juzgarlo, señalarlos y atrapar a esos hijos de puta, para luego penderles fuego y exhibirlos en las plazas.

En fin… si tienes un pene o una vagina (o extraordinariamente ambos), disfruta tu cuerpo, sólo tienes uno para darle en la madre de la forma en que tú gustes, sea con masturbaciones continuas, sea con sexo salvaje y sado, o simple y sencillamente arruinándolo ahí sentado viendo televisión.

Es tu puto problema, pero no olvides que si te lo digo es porque me pinche preocupa que haya más humanos matándose que cogiendo en este momento.

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