martes, 11 de junio de 2013

No vamos apretados, es que los mexicanos somos muy unidos

Por: B. Varglez.

¿A cuántos les gustan los días soleados con un clima de esos caribeños donde el sol pega en el cuerpo y se sienten los rayos en todo su esplendor? La neta no es ser amargado, pero a mí no, ¿por qué?, porque no hay nada más horrible que el calorón en los transportes públicos de la ciudad de México.

No es ser mamón, pero de plano ya bastante aguantamos los seres humanos en el Metro, microbuses y Metrobús, con la gama de olores, los arrimones (que ni un café invitan); los enfrenones que dan las unidades por conductores que parece que lo hacen adrede para que uno se dé tirones de cuello, con tener que viajar apretados como salchichas, aguantando el retraso de las unidades en horas pico, de entre muchas otras preciosidades que vivimos a diario. 

Me encabrona cuando la secretaria del Medio Ambiente, Tanya Müller, se llena la boca diciendo que se debe fomentar el uso de la bicicleta y del transporte público para mejorar la calidad del aire en el DF. Aclaro que no estoy en contra de dichas medidas, claro que no, tendría que estar mal para creer que el fomentar el ejercicio y la cultura del transporte vial es un daño a la sociedad.

El problema que veo son las condiciones. No somos una ciudad de primer mundo que ofrezca un transporte de calidad o que cuente con pequeñas distancias para poder trasladarnos en bici a las escuelas o centros de trabajo. Lamentablemente también hay que reconocer que cada vez el clima vale más madre, porque nosotros mismos tenemos la culpa del calentamiento global, pero eso es harina de otro costal.

La cuestión aquí es que la mancha urbana cada día crece más y más, y no podemos pedirle a alguien que vive en Ecatepec, que va de traje a la oficina hasta Polanco, y entre calores y lluvias tenga que treparse en una bicicleta para que se traslade a su chamba; el pobre individuo llegaría más que sudado y con la corbata en el manubrio de las tres horas que se echaría cuando menos desde su casa hasta su centro laboral. Y lo siento, pero el sudor y el agotamiento sólo se disfrutan en momentos sexuales.

Ahora bien, muchos dirán “oye, pero se puede cargar la bici en el Metro o Tren Ligero, Metrobús o Tren Suburbano”. También les tengo una respuesta: ¡no chinguen! Sí estaría súper chido, pero en primera no todos los días se puede meter la bici en estos medios de transporte; en segunda, si se pudiera, no manchen, o entra la bici o entran cinco o seis gentes porque recordemos lo ya dicho: los transportes en horas pico van hasta la madre.

Ahora bien, el automóvil tampoco es andar en un lecho de rosas. Aparte de caro y altamente contaminante, hay que chutarse las horas eternas en el tráfico que se pone pero retebonito en avenidas como Insurgentes, Circuito, Periférico, Tlalpan, o sea, en todas como para jalarse los pelos (sí, señores, "los pelos"), además de que no hay suficientes lugares de estacionamiento en las colonias donde están los zonas de oficinas, porque de andar pagando parquímetros o estacionamientos, todos preferimos mejor echarnos una gordita de chicharrón bien servida.

Y que no me jodan, porque la ampliación del Hoy No Circula a todos, absolutamente a todos los autos, sean nuevos o viejos, es nomás para sacar más varo nuestras queridas autoridades del Distrito Federal que nos quieran marear con que es por el bien del medio ambiente.

Como dicen: “De buenas intenciones está formado el camino al infierno”.

Lo que se necesita es realmente una buena infraestructura en todo nuestro sistema de transporte, no es nada más poner líneas a lo pendejo. La verdad la Línea 12, que corre de Mixcoac a Tláhuac es buena, es la única en la que realmente he sentido que mis tres pesos son bien invertidos. Porque ahí va otra, que dejen de restregarnos en la cara que el boleto es barato comparado con el resto del mundo.

Obvio, por dios, no podría ser más caro, el servicio no lo vale y aparte los sueldos no dan para que suba, ni el Metro, ni el Metrobús, ni los micros.

Lamentablemente ninguno de los transportes que usamos se rescata, porque el que tenga que decir algo a favor de los microbuseros es porque ahí está su fuente de trabajo, pero es de lo más deplorable ver que las unidades están totalmente destruidas, manejadas por jovencitos que son un asco al volante porque se la viven echando carreras, manoseando a "la reinita", subiéndole a su asquerosa música (perdón si les gusta el reggaeton); andan en todo menos en lo que deben de hacer, que es además su trabajo y responsabilidad: el dar un buen servicio a los que tienen que sufrir ese infierno.

Por eso he llegado a la conclusión de que es más fácil que reviente el mundo tal y como lo conocemos, a que dejemos de padecer con los transportes públicos en nuestro bonito Distrito Federal.

No nos queda más que seguir quejándonos en bola para ver si así alguna autoridad en realidad nos hace caso y deja de andar haciéndole al payaso, según preocupados en el tema de la seguridad, porque con eso sólo intentan que se nos olviden las cosas que realmente a los ciudadanos nos interesan, de entre muchos otros temas que nos aquejan.


Esto sólo es la punta de la madeja enredada que es la capital de nuestro Mexiquito querido.

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