martes, 18 de junio de 2013

Death Cult Devotion

por wOrLo_K.

Ser asesino hoy en día ya no es tan agradable como lo era antes.
P.I.G.

“El ser humano es asesino por naturaleza”. Oliver Stone no podría haberlo dicho de mejor forma en voz del actor de culto Woody Harrelson, cuya película (Natural Born Killers) refleja ese wild side que “todos” (sin excepción alguna) tienen dentro de sí. Bueno, tenemos.

La violencia, como el amor, el deseo, la sensibilidad, la tristeza o la alegría, es un componente nato en cada ser vivo; golpeamos de la misma forma en que abrazamos, besamos o acariciamos. Que a unos se les desarrolle esta característica más que a otros es punto y aparte.

Lo cierto es que la violencia, en todos sus terrenos, ofrece mucha tela de dónde cortar, y llegar al extremo de ese vasto océano que parece interminable resulta una empresa imposible. Por esta razón, un análisis exhaustivo de la situación no arrojaría otros resultados que los que seguramente ya se conocen… eso y que no soy ni psicólogo ni doctor en peritaje, ni criminólogo.

Pero vallamos al punto que nos compete: The white trash, Ed Gein y la fama del malvado.

El asesino serial enfrenta dos mundos que se ciernen sobre él como si se tratara de dos enormes muros que amenazan con asfixiarle: la opinión pública (en su mayoría el rebaño “puritanista” y conservador de la sociedad), y por otro lado el extenso mercado que ve en un serial killer al símbolo por excelencia de la rebeldía y la irreverencia.

Aceptémoslo, Charles Manson es ahora lo que el “Che” Guevara hace algunos años: un mero producto prefabricado y perfectamente digerible para las masas hambrientas de un ídolo, masas que, al no encontrar ni en los santos religiosos ni en las estrellitas futbolísticas o de la farándula un tótem icónico a quien seguir, han optado por los hombres más malvados del mundo. Además, Charles Manson no mató ni a una mosca, no entiendo porqué hay quienes se empecinan en señalarle como “el más mejor” de los asesinos.

Seguramente los desafortunados que murieron ahorcados en la soga o achicharrados en la silla eléctrica ahora han de estar pudriéndose en sus tumbas (si las tienen), al encontrarse con esta situación tan deplorable. Y no es para menos, cada día brotan de cualquier parte del mundo pequeñas sectitas que adoran a un William Pickton o a una Martina Zimmerman sólo por el hecho de que en su historial hay unos cuantos crímenes involuntarios.

Sad but true, al asesino serial no se le está tratando como debería, se le encasilla sin motivo; es un asesino por el hecho de cometer asesinatos, sólo por esa razón. ¿Dónde queda entonces esa parte más científica del individuo? Es más… ¿dónde queda la parte humana del asesino?, ¿dónde la dejan los detractores de estos cerdos de reserva?

Muchos (seguramente, querido lector, conoces a más de uno) se han llenado la boca con el argumento de que “el serial killer es chido, y entre más se sepa de mi gusto por ellos, más malo seré en mi círculo de niños malvados”. Por desgracia ese morbo es alimentado por las tiendas donde te puedes comprar tu remera de Ed Gein y creerte el heredero de su odio.

Con todo esto, el bad killer ya ha dejado de cumplir con su rol social (porque lo tiene, aunque no se crea), o en un sentido más amplio, ha sido obligado a dejarlo de hacer. Las grandes fábricas comerciales, entre las que se encuentra la cinematográfica, han hecho su parte poniendo todo su empeño. No os confundáis, las B-movies son otra cosa, of course.

La violencia en las películas de corte Hollywood es retratada como una bifurcación del comportamiento humano, como un algo raro que “desde luego no existe en la realidad”. Nada más falso que eso, el asesino lo es porque así es su naturaleza, porque es la respuesta a alguna clase de estimulo social, o simple y sencillamente porque no tiene otra cosa que hacer más que matar sin escrúpulos a quien se le ponga enfrente.

He ahí otra cuestión. En un análisis realizado al comportamiento del dios padre Marqués de Sade, se desprendieron dos clases de constituciones humanas: la del pervertido y la del perverso.

El pervertido, bien identificado, es aquél que actúa siempre bajo el impulso que le producen todas y cada una de sus filias. Un bored cualquier.

El comportamiento del perverso, por fortuna, es más complejo que la simple fascinación por el voyeur o el sexo con animales. El perverso, como el mismísimo Sade, es un ser hastiado de su entorno, cuya rutina le resulta execrable, motivo por el cual sus hábitos cotidianos cambian y se traducen en conductas poco comunes, relacionadas con gustos y placeres meramente personales.

Donato Bilancia, Joachim Kroll, Colin Pitchfork o Arthur Shawcross son (o fueron, según sea el caso) perversos que ansiaban de manera desesperada las sensaciones que una vida normal no podía proporcionarles. Y sus casos son justificables por el hecho de que el ser humano tiene comportamientos extraños, unos más que otros. En esa perspectiva, también es antinatural y vulgarmente enfermo ver la televisión todo el día, y hay quien lo hace con una entrega casi religiosa. ¿Alguna objeción?

El asesino, a través de los ojos de la ciencia, cuenta siempre con un perfil que varía en menor medida dependiendo del caso. Un padre abusivo, una madre alcohólica, golpes, agresiones, violaciones, encierro, comunes denominadores, pero no siempre es o debe ser así. No cuando lo que se hace es por simple instinto.

«Una linda pareja sale a caminar al parque por la noche, gozan de buena reputación entre sus conocidos; son inteligentes y amables, sin necesidades económicas y cuentan con una salud intachable. Dos semanas más tarde la policía encuentra en su apartamento restos de más de 15 victimas mujeres, todas ellas violadas y asesinadas (no siempre en ese orden) y la pareja es condenada a cadena perpetua en diferentes celdas. ¿Había algo malo en ellos, algo los obligó a cometer los homicidios? ¿Su estilo de vida tan austero les orillo a hacerlo? »

Quizá caiga en un error al afirmar que los actos del serial killer pueden ser justificados hasta cierto punto, pero de esta forma justifico también que alguien pinte, escriba, filme o fotografíe cualquier cosa por el hecho de que es su naturaleza ser pintor, cineasta, escritor o fotógrafo. Tarantino sabe que la violencia es a veces apetecible, por es hace lo que hace, y lo hace bien.

En palabras del buen P.I.G. “la única naturaleza inamovible, escrutable pero irrefutable del ser humano es ésa, la violenta”. Y en este punto entra el otro muro que asfixia al asesino: la reprobación por parte de aquellos ESTÚPIDOS (así, con mayúsculas) que niegan que el ser humano sea violento. Bull fuckin shit!

Hermanos del alma, hijos de algún asesino de la vieja guardia… todos somos asesinos por naturaleza, todos hicimos, hacemos o haremos algo semejante porque no podemos hacer otra cosa. Igual que los animales que matan para obtener alimento, nosotros también matamos para alimentar nuestra ira o nuestro ego. Igual que los lideres que exterminan a su pueblo o lo envían a una guerra donde de igual forma morirán, también nosotros asesinamos sistemáticamente a miles y miles a diario y ni nos damos cuenta.

Claro que existe una enorme diferencia entre Henry Lee y el Chapo Guzmán; el primero tiene una sutileza y una constante en su modus operandi, mientras que el segundo mata por matar, muy a lo pendejo, por meros intereses económicos, como lo hacen los asesinos de hoy, por dinero, por cuestiones políticas o ideológicas, o por cosas realmente banales… ¿Esa es su naturaleza o forma parte más bien de una conveniencia atroz?

¿O acaso han visto a unos serial killers de bandos contrarios asesinarse por unos cuantos metros de territorio o por unas pesos de más? Esos comportamientos en verdad son repugnantes y nada justificables.

Ante este hecho, querido lector, he de reconocer que también tengo a mis asesinos seriales favoritos y me encantan la B-movies y el cine gore, y de igual forma que David Alan Gore o Fred Waterfield, yo también he asesinado, bueno, tal vez no con la destreza, creatividad y sutileza con la que ellos… por desgracia.



24 de julio de 2010 

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