jueves, 24 de abril de 2014

¿Otra opción?

por P.I.G.

A Pedrito le prohibieron salir a jugar con sus amigos a la calle; no objetó nada pues de todas formas ya había encontrado la forma de divertirse dentro de casa: videojuegos. Cuando sus padres le prohibieron los videojuegos entonces sí vino el escándalo: gritos, berridos, alaridos de sufrimiento, protestas, protestas y más protestas.

A gran escala nos está pasando lo mismo: nos impusieron una reforma laboral que pocos llegaron a entender y no ocurrió nada; el mismo caso con la reforma energética y fiscal, y la mayoría, salvo las destacadas voces de este país que nunca callan, se quedaron cruzados de brazos porque “qué chingados voy a entender yo de temas de dineros (sic)”.

En un apartado de la reforma en telecomunicaciones se habla de la muy abierta posibilidad de regular la nube, de acceder a cuentas personales sin consentimiento y de retención de datos para temas de seguridad; de derechos de réplica y anulación de expresiones cuando se trate de abiertos ataques a las instituciones y/o a los poderes de la unión, y otros tantos conceptos raros que seguramente quien redactó (el ejecutivo) no entiende en absoluto.

Y aquí le han jalado la cola al puerco y todo mundo a gritar y a exigir libertad de expresión.

Está bien, se vale que cada quien defienda a capa y espada lo que crea conveniente defender, pero ¿no son aquellos que hoy abogan por la libertad de expresión los mismos que hace unos meses fusilaban con publicaciones y tuits a los encapuchados o a los maestros por bloquear calles y dañar la soberanía del país con su libertad de expresión que rayaba en el vandalismo?

Pues con ese mismo vandalismo con el que se quebraron vidrios en bancos y tiendas de “beneficencia” y se hicieron pintas en los muros de “nuestros monumentos históricos”, es con el que se realizan pintas de 140 caracteres en Twitter y de imágenes, vínculos y textos en Facebook.

Quien escribe es el menos indicado para hablar de los límites de la libertad de expresión, menos aun de los límites del límite, pero dónde queda la coherencia de indignarse porque al árbol se le quiere cercenar una rama, cuando el árbol en su totalidad amenaza con ser talado desde la raíz.

El hecho de que en México se pretenda regular la web, como ya se regula en los llamados países autoritarios, y los no tanto (llámese China, Irán, Afganistán, España, Venezuela, Estados Unidos, Corea del Sur o Cuba), es algo que se venía gestando mucho antes de que siquiera se hablara de reforma en telecom. Basta recordar la ACTA de Federico Döring.

El golpe estaba anunciado y nadie hizo nada, pues la comodidad del escritorio siempre es mejor y más segura que la que se vivió en las calles cuando la idea de imitar la SOPA norteamericana era a leguas evidente.

Ahora que a Pedrito le dicen que Facebook, su único espacio de completa intimidad, puede ser regulado y constantemente vigilado, es cuando pone el grito en el cielo.

Nadie niega la importancia de las redes sociales, ejemplos para matizar hay de sobra: el nacimiento del #YoSoy132; las megamarchas anti Peña; los blogueros insurrectos de Cuba; la Primavera Árabe convocada desde la web; los ataques HOIC a sitios gubernamentales planeados desde plataformas fantasma; los livestreams que daban cobertura “real” de las batallas campales en Guerrero, Michoacán, en el Centro Histórico de la capital o durante el desalojo de manifestantes en el Monumento a la Revolución… bla, bla, bla.

En la web se gesta una cotidiana manifestación virtual que desde hace tiempo ha ganado adeptos y comienza a volverse insoportable, aunque se trate de un algo intangible. Es una piedrita en el zapato que ya no es tan invisible y empieza a colmar la paciencia de unos cuantos.

¿Pero acaso éste es el único punto que nos interesa de la reforma en telecomunicaciones? ¿Y los intocables beneficios para el duopolio televisivo? ¿Nos preocupa más nuestra cuenta de Facebook que la enorme presencia de Televisa y TV Azteca en la vida política, social y "cultural" de este país? ¿Así de jodidos estamos?

Seamos honestos: regulados y vigilados en la red hemos estado desde siempre, desde que tecleamos en el buscador palabras clave que quedan en el registro de la web; y entre más “peligrosas” sean nuestras búsquedas, más objeto de seguimiento nos volvemos. (Ver http://rj45.mx/4952/las-palabras-peligrosas-que-vigila-el-departamento-de-seguridad-de-eua-en-linea/).

Peor aún, si un gobierno es capaz de golpear de la forma más cínica a sus gobernados con leyes antihumanas, ¿realmente es necesario que nos regulen para encontrar pruebas de que somos terroristas virtuales y de esta forma proceder judicialmente en contra nuestra? Si así lo quieren, tengan o no pruebas de que somos unos ciberinsurrectos, van a venir por nosotros, sin órdenes judiciales de por medio. Así funciona el “totalitarismo democrático”, y en México hace tiempo que vivimos en un sistema así.

Por eso, el hecho de que tecleemos “Peña Nieto es un pendejo” ya no debería ser objeto de preocupación, como sí lo debería ser el hecho de creer que 1984 fue una novela disparatada y que el Gran Hermano no existe, lo digo sin querer sonar a un paranoico conspiracionista.

A Pedrito ya no le queda con qué divertirse, cree que sus padres lo controlan todo, lo considera un grave problema y por eso se manifiesta, pero el problema es no pensar en nuevas formas de diversión. Si el problema es la autoridad de sus padres y que los muros de su casa no le dejan salir, pues las paredes pueden ser dinamitadas y los padres…

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Y si la retorcida visión de quien escribe es la correcta, alguien de gobernación seguramente estará leyendo esto: que les den por el culo porque de todas formas no vamos a dejar de escribir lo que nos plazca escribir.

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