Por: Jesús Correa S.
A
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llá
van los brasileños, quitando el estereotipo de que sólo piensan en futbol. Es
su despertar. El 6 de junio nacieron las manifestaciones, y los periódicos nos
dijeron que se debió al aumento en el precio del transporte: la gota que
derramo el vaso.
Um professor
vale mais que o Neymar (un profesor
vale más que Neymar), se leía en una cartulina.
Ha pasado tres semanas y las causas de fondo
afloran -o más bien sus sombras; mientras no estemos en el país sudamericano, no
sabremos con certeza lo que pasa. Dicen que una parte de la problemática se
puede explicar por el gasto excesivo y la corrupción en la organización del
Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos
de 2016 (se estima el uso de 25.000 millones de dólares, según los datos
de “El País”); otra parte es porque ha proliferado y se ha divulgado la idea
del crecimiento económico del gigante de américa del sur, pero se ha olvidado
mencionar la desigualdad económica que esto conllevó…
Lo importante es que la gente
está protestando contra la clase política, gritando que el país aún tiene
deficiencias y que, no importando el lugar, es absurda la riqueza que han
acumulado algunos, mientras otros apenas tienen para subsistir.
Que nos sirvan las protestas do Brasil para recordarnos que hace un
año México también quería ser escuchado. Y aunque parezca que en este país poco
se logró, la realidad es que sucedió algo de gran dimensión: un cambio radical
en el comportamiento quedó guardada en la cabeza de los mexicanos que alzaban
la voz del Zócalo al Ángel de la Independencia (y a veces hasta las
instalaciones de Televisa). Esta columna está dedicada a recordar ese cambio.
Porque desde aquellos días la
mediocridad dejó de ser opción para muchos. Todavía recuerdo las palabras de algunos
universitarios, compañeros míos en ese entonces, que decían, después de ir a la
escuela y seguir con las marchas, o viceversa, que la palabra cansancio no
cabía en ellos.
Y sobre todos, viene a mi
mente un colega al que no podía yo evitar invitarle un café cuando lo veía con
los ojos irritados de desvelo por estar en la escuela y las protestas, suponiendo que eso lo reanimaría un poco; él
se negaba:
-No, no te preocupes. Esto no es nada. En la
revolución va a ser más difícil… Además, no va a haber café caliente.
Yo lo aceptaba como un ejemplo
de persistencia y entusiasmo que
rememoro cada que estoy a punto de sucumbir ante el trabajo arduo… Pero a
pesar del ánimo y la verdad de sus palabras, en algo se equivocaba: la revolución
ya había comenzado.
Fotografía tomada de: http://www.vice.com/pt/read/no-olho-do-furacao/109379 , tomada por Débora Lopes.
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1 comentarios:
Muy buen texto, por un México que piensa, y lo mejor, por jóvenes que buscamos algún cambio de alguna u otra manera.
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