Por: Jesús Correa S.
uando se trata de columnas, no nos podemos quejar: en
los periódicos que se imprimen en México, hay de todo y para todos. Algunas de ellas dan la impresión de ser imprescindibles.
De
entrada está Lorenzo Meyer, el historiador que cada jueves en el periódico REFORMA refresca nuestra memoria y nos menciona las similitudes (que a veces son
verdaderos actos de mimetismo) que hay entre los sucesos políticos actuales y
los de décadas pasadas. Es difícil que
alguien más sea capaz de entrar así en tales profundidades de la historia.
Jorge
Volpi, Jesús Silva-Herzog Márquez, Enrique Krauze, también pueden ser
leídos en REFORMA; no obstante, ya he escuchado que no a todos les agradan
las cargas ideológicas de sus escritos.
En
El País hay por montones. Mario
Vargas Llosa y su “Piedra de Toque” nos deleitan los domingos de cada quince
días, más si el tema es literatura. Pero ¡cuidado con la bilis!, ya que cuando abarca
la política, a costa de su ideología, es capaz de decir terribles sandeces, propias
de alguien que cree entender el estado de un país sólo por leer los diarios.
En
el mismo periódico, al final del
suplemento dominical, Javier Marías cuestiona los vicios de algunos políticos,
empresarios, de la gente que tiene el poder, en especial de los que están
relacionados con España (sin embargo, esto no es impedimento para comprenderlo,
porque los vicios que padecen los nuestros son los mismos, tal vez hasta peores). Lo grandioso es que lo hace con
un lenguaje y pensamiento que muy pocos tienen.
Cambiando
de publicación, imaginen los contenidos
de unos textos que fueron titulados
así: “Si yo fuera papa” o “Para leer hay que leer”. Pues ya lo ha
hecho, y de maravilla, David Toscana, quien deja de lado los pesimismos, los que suelen
caracterizar a quienes se dedican a este
género periodístico, para criticar, de una forma sutil e imaginativa, casi cualquier cosa. Sus párrafos son, desde
mi punto de vista, pequeñas joyitas literarias que salen todos los sábados en
el suplemento cultural “Laberinto” de Milenio.
Si
lo que a uno le gusta es el arte, y en
particular la pintura, se puede frecuentar a Teresa del Conde todos los martes; si lo que se prefiere son las películas no comerciales, Carlos Bonfil las analiza
y da opiniones muy buenas todos los domingos. Ambos en La Jornada.
Tenemos para elegir. Y no dudo que muchos de ustedes
ya tengan a sus predilectos, pero si no, no está demás darle un vistazo a
algunos de los aquí mencionados.
Esperemos
que en cincuenta años, cuando la mayoría de ellos ya no publique, puesto que
casi todos ellos rebasan el medio siglo de edad, no decaiga la calidad de quien
se dedica a las letras, para que no nos sintamos con tanta nostalgia de estas
fechas como para decir: «¿Te acuerdas
cuando los periódicos aún se imprimían, y que se necesitaba ser un buen
escritor para tener una columna?», a lo que una voz ronca contestará: «No exageres, si también publicaban a Guadalupe
Loaeza, Hugo García Michel, Carlos Loret de Mola…»
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