por P.I.G.
Me pregunta un priista que si sólo porque perdió AMLO
cuestiono la democracia, y contesto que nada más alejado de la realidad.
Creer en una democracia como la nuestra es un completo
autoengaño; es como confiar en aquél que ha robado una vez y a pesar de ello se
le permite entrar a casa.
La nuestra es una democracia insipiente, inmadura, llena de
vacíos legales y jurídicos; es un error la democracia pinche mexicana.
El hecho de que el día de hoy consejeros electorales y
medios de comunicación aplaudan el ejercicio democrático del día de ayer responde
o al deseo de ocultar la raquítica situación de la vida política nacional, o al
hecho de que intentar creer que México ya no es el hermano menor al que hay que
darle lecciones de vida y ahora es éste quien pone el ejemplo llevando a cabo
una “fiesta cívica” como la de ayer.
No nos engañemos, la democracia con la que se llenan la boca
no es lo que debería ser. Y no lo es porque al tiempo que pregona respeto,
tolerancia, imparcialidad y libertad de expresión, permite las agresiones
físicas y psicológicas, la discriminación, el oficialismo y la represión
ideológica.
Tan es así que en los días que antecedieron a la jornada
electoral, decenas de compañeros del Movimiento #YoSoy132 (y es preciso
enfatizar este caso) fueron víctimas de ataques, vejaciones, humillaciones y
privaciones de derechos fundamentales como la libertad lo mismo por simpatizantes
del partido ahora próximo a regresar al poder, como de la autoridad misma.
La democracia pinche mexicana, pues, arropa a unos cuantos y
acalla al resto, a los inconformes, a los que siempre les toca recibir el
golpe.
La democracia no debería permitir que un candidato
presidencial sea impuesto y cobijado e impulsado por las élites del poder y los
monopolios mediáticos, no debería tolerar el hecho de que un futuro Presidente
no sepa ni hablar, ni expresar, ni mucho menos retener conocimiento (algo más
que necesario para ocupar la primera magistratura de un país); la democracia
debería hacer algo por frenar las candidaturas de personajes cuestionables y
algo debería hacer, una vez iniciadas las campañas, con las violaciones que
perpetran éstos en contra de las leyes electorales.
Pero ¡Oh sorpresa! No hizo absolutamente nada, ni la
molestia se tomó siquiera de investigar posibles malversaciones de dinero, pago
de contratos millonarios a cambio de espacios en radio y televisión, así como
presuntos nexos con políticos cuyos nexos con el crimen organizado son más que
evidentes.
Esa democracia, la que permite que un muñeco televisivo
pueda elegir entre diferentes “estrellas de la farándula” para servirle de
acompañante y a posteriori como primera dama, es la que hace nada con
exgobernadores que endeudan multimillonariamente a su estado, o permiten que delincuentes
amantes de las ligas, pese a las pruebas inobjetables, sigan paseando por el
mundo sin que nadie los detenga.
Esta democracia pinche mexicana sabe que en el gobierno se
comenten crímenes, se llevan a cabo desapariciones forzadas y se maquinan
guerras sucias contra los enemigos del Estado y no obstante no hace nada.
La pregunta, por ende, es más que obligada: ¿se merece esto
el pueblo mexicano? Mucho me temo que sí.
Dicta el verso sabio que aquel que se olvida de la historia,
está condenado a repetirla, y el mexicano (alienado por los medios y pasivo
como sólo él) se ha encargado de olvidar su historia, al grado de negarla y
sentirse ofendido cuando alguien se atreve a negar versiones oficialistas de la
historia nacional.
El pueblo de México, en parte, es culpable de la miseria en
la que vive. Si el producto chatarra que está próximo a ocupar la silla
presidencial logró tal éxito mucho se debe en parte a que ese producto chatarra
se vendía por televisión, y el mexicano no quiso apagar nunca la televisión.
Ya lo decía Anonymous en su momento: atacaremos la página
del IFE si nos percatamos de que se prepara el fraude, aunque el hecho de que
Peña Nieto gane no significa necesariamente que se trate de un fraude.
Sencillo, también alguien tuvo que haber votado por él y,
según las cifras oficiales, 18 millones 336 mil votantes decidieron que el PRI
tenía que regresar a Los Pinos, a ocupar de nuevo la silla que por tantos años
ocupó y tras los cuales el país perdió no sólo tres ceros en el peso, sino
soberanía y más aún, independencia.
Esas 18 millones se tragaron (por gusto, por necesidad o por
obligación) el cuento del “nuevo PRI”, y éste, al puro estilo del “viejo PRI”
no hizo más que aplicar la estrategia de siempre: compra de votos, obsequio de
artículos inservibles o poco útiles, entrega de despensas, dinero en efectivo,
monederos electrónicos, aderezado todo ello con discursos vacíos, como ya es
costumbre.
No digo que sólo esos 18 millones de votantes son culpables
de que México esté estancado socialmente y con posibles probabilidades de
retroceder en su historia, pero sí hay quien acepta 500 o mil o dos mil pesos
(que dada las circunstancias bien pueden estirarse una o dos semanas) a cambio
de vender los siguientes seis años de su vida. Tal vez es eso lo que vale el
futuro del mexicano mediocre.
Que hay quien lo hizo por absoluta necesidad, claro, de eso
no hay duda; que hay quien no tiene carencias y aún así acepta el pago,
también. Que hay un gran número de personas dentro de ese espectro de 18
millones que votaron por convicción propia, muy a pesar nuestro, existen y de
igual forma merecen respeto.
Y este pequeño fenómeno (que con el tiempo se vuelve un monstruo
que gana elecciones y se convierte en dictadura de 70 años) es sólo un botón de
muestra de la fallida democracia que en nuestro país ha imperado desde hace
muchos ayeres.
¿Qué hacer? Desánimo después de conocer los resultados
preliminares y comenzar a gestar vía diferentes medios la idea de un posible fraude electoral.
Mas no todo está perdido. Sin importar las circunstancias,
miles de jóvenes marchan tan sólo un día después de las elecciones
presidenciales, uniendo sus reclamos como lo han venido haciendo desde hace más
de un mes. Se trata de una prueba de que la llama sigue viva y tal vez más aún
que antes del Día D.
Los que por tristeza o temor canalizaron su pensamiento al
2018 y comenzaron a pensar a futuro, estaban equivocados. Aún queda mucho por
hacer a corto plazo y el primer reto es hacer o deshacer antes del 1° de
diciembre. Nada está dicho y #YoSoy132 ha dado muestras de su capacidad
creativa y transformadora.
¿Quieres resignarte y darás el visto bueno a quien semanas
atrás repudiabas y considerabas el menos indicado para gobernar este país, tu país?
Retomo las palabras de Antonio Navalón, quien considera éste
como el primer día después de las elecciones, el día en que debemos empezar a
trabajar para construir nuestro futuro, no el de 18 millones o el de 15
millones de AMLO, sino el de todo un país que clama y pide a gritos la
reinvención de una democracia real, como debe ser.
“Felicidades, gracias y bienvenidos a este primer día. Sin
embargo, todo esto habrá sido en vano, y algún día nuestra historia nos lo
demandará porque, por primera vez, el efecto mariposa de la Plaza Tahrir de
Egipto llegó al Paseo de la Reforma”.
1 comentarios:
Pues yo estoy dispuesta a apoyar al #YoSoy132, así que, qué sigue?
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