Por: Gustavo Y.
Las sirenas de una ambulancia se pueden
escuchar a lo lejos de la casa; el triste sonido del blues invade la
habitación, y él está recostado sobre el sillón verde, único recuerdo de su
madre que falleció hace ya dos años. La lluvia se pega a los vidrios de la
ventana y a pesar de tantos sonidos logra escuchar la lluvia fuera. Nunca había
estado tan solo. El único compañero es el cigarrillo que sostiene en su mano y
estos ruidos tan normales en la ciudad.
Teme dormir temprano, no sabe por qué tiene
miedo. El día fue bastante placentero hasta que salió de su trabajo, ya que
cuando iba de regreso al hogar, por ir distraído, cambiándole de estación a la
radio, atropelló a un perro que se atravesó en la avenida. Era un hombre atento
al volante, nunca le había pasado esto, nunca se había distraído tanto como
para perder de vista el camino, como para no ver a un animal que cruzaba la
calle, y él, que tanto amaba a los animales. Trataba de justificar su miedo
dándole un concepto de luto por aquella muerte, a eso atribuía su malestar.
Lo mejor era dormir lo más pronto posible. No
esperaba visitas, no esperaba llamadas, no tenía trabajo que finalizar en casa,
lo mejor era descansar. De pronto la puerta sonó, un fuerte golpe lo hizo
levantarse y preguntarse quién era el sujeto que lo iba a molestar a tan altas
horas de la noche; tal vez podría ser su vecina, siempre lo molestaba por una
taza de café o por un cigarrillo, pretextos para poder platicar con él. Se
encaminó hacia la puerta, la abrió y se percató de que nadie estaba frente a
él, se asomó hacia los lados, tal vez un chiquillo estuviera haciendo una
maldad, pero no vio a nadie. Su miedo creció o mejor dicho apareció.
Regresó al sillón y se recostó nuevamente,
solamente deseaba terminar el cigarrillo que estaba a la mitad y escuchar la
canción See see rider interpretada
por Helen Humes. Miraba el humo que se deshacía en el aire y las mil figuras
que podía crear en él. La puerta volvió a sonar a mitad de la canción;
justamente antes de la ultima fumada que le quedaba al pitillo, enojado se
apresuró hacia la puerta, estaba harto de su vecina y de los niños de la
colonia, aunque pensó que a estas horas lo niños deberían estar dormidos. Se
quedó detrás de la puerta y preguntó quién era, nadie le respondió, así que
tuvo que abrirla nuevamente y vio una silueta de un hombre a lo lejos, por lo
cual desde su posición le preguntó que si no había visto quién había tocado; el
hombre no respondió, pero comenzó a caminar hacia él.
Se apresuró a cerrar la puerta. A este punto
el miedo lo podía sentir en todo su cuerpo. Se recargó en ella e imploró que
fuera un loco o una persona en estado de ebriedad. Cerró los ojos y poco a poco
se sentó en el suelo, se tomó la cabeza con las manos; no podía creer esto, era
una mala noche, sólo eso.
De pronto escuchó un ruido que venía de la
sala, justamente donde estaba el sillón verde, un ruido que parecía ser de
alguien que caminaba. Se dirigió apresuradamente hacia la habitación y se
percató que era un hombre, estaba parado atrás del sillón; no le podía ver el
rostro, estaba de espaldas a él, así que lo interrogó: quién eres, qué quieres.
Nuevamente no escuchó respuesta, hasta que de pronto el sujeto se dio vuelta en
un movimiento lento. Qué grande impresión se llevó al ver que la cara del
sujeto estaba marcada por la huella de una llanta de automóvil, su rostro
estaba deshecho, la sangre escurría de él.
Salió despavorido de la casa, su rostro se
deformaba por el miedo, las lágrimas salían a chorros. No podía creer lo que
había visto. Corrió tan aprisa, lo más rápido que podía, pero cuando volteaba
veía al sujeto que caminaba hacia él; su caminar era más rápido, sentía que lo
alcanzaba, pero de pronto, en un cruce de calles y cuando regresaba la vista al
camino, se percató que una luz brillante se dirigía hacia él. Era un carro con
un chofer distraído. Su miedo terminó ahí, con una cara deshecha por las llantas
del automóvil, con un charco de sangre que rodeaba su frío cuerpo.
2 comentarios:
Ese sillón verde, inevitablemente, me hizo recordar a Cortázar
Así es. Ese sillón verde es por Cortázar. Conoce muy bien a Julito.
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