jueves, 23 de mayo de 2013

Distracciones al volante

Por: Gustavo Y.

Las sirenas de una ambulancia se pueden escuchar a lo lejos de la casa; el triste sonido del blues invade la habitación, y él está recostado sobre el sillón verde, único recuerdo de su madre que falleció hace ya dos años. La lluvia se pega a los vidrios de la ventana y a pesar de tantos sonidos logra escuchar la lluvia fuera. Nunca había estado tan solo. El único compañero es el cigarrillo que sostiene en su mano y estos ruidos tan normales en la ciudad.

Teme dormir temprano, no sabe por qué tiene miedo. El día fue bastante placentero hasta que salió de su trabajo, ya que cuando iba de regreso al hogar, por ir distraído, cambiándole de estación a la radio, atropelló a un perro que se atravesó en la avenida. Era un hombre atento al volante, nunca le había pasado esto, nunca se había distraído tanto como para perder de vista el camino, como para no ver a un animal que cruzaba la calle, y él, que tanto amaba a los animales. Trataba de justificar su miedo dándole un concepto de luto por aquella muerte, a eso atribuía su malestar.

Lo mejor era dormir lo más pronto posible. No esperaba visitas, no esperaba llamadas, no tenía trabajo que finalizar en casa, lo mejor era descansar. De pronto la puerta sonó, un fuerte golpe lo hizo levantarse y preguntarse quién era el sujeto que lo iba a molestar a tan altas horas de la noche; tal vez podría ser su vecina, siempre lo molestaba por una taza de café o por un cigarrillo, pretextos para poder platicar con él. Se encaminó hacia la puerta, la abrió y se percató de que nadie estaba frente a él, se asomó hacia los lados, tal vez un chiquillo estuviera haciendo una maldad, pero no vio a nadie. Su miedo creció o mejor dicho apareció.

Regresó al sillón y se recostó nuevamente, solamente deseaba terminar el cigarrillo que estaba a la mitad y escuchar la canción See see rider interpretada por Helen Humes. Miraba el humo que se deshacía en el aire y las mil figuras que podía crear en él. La puerta volvió a sonar a mitad de la canción; justamente antes de la ultima fumada que le quedaba al pitillo, enojado se apresuró hacia la puerta, estaba harto de su vecina y de los niños de la colonia, aunque pensó que a estas horas lo niños deberían estar dormidos. Se quedó detrás de la puerta y preguntó quién era, nadie le respondió, así que tuvo que abrirla nuevamente y vio una silueta de un hombre a lo lejos, por lo cual desde su posición le preguntó que si no había visto quién había tocado; el hombre no respondió, pero comenzó a caminar hacia él.

Se apresuró a cerrar la puerta. A este punto el miedo lo podía sentir en todo su cuerpo. Se recargó en ella e imploró que fuera un loco o una persona en estado de ebriedad. Cerró los ojos y poco a poco se sentó en el suelo, se tomó la cabeza con las manos; no podía creer esto, era una mala noche, sólo eso.

De pronto escuchó un ruido que venía de la sala, justamente donde estaba el sillón verde, un ruido que parecía ser de alguien que caminaba. Se dirigió apresuradamente hacia la habitación y se percató que era un hombre, estaba parado atrás del sillón; no le podía ver el rostro, estaba de espaldas a él, así que lo interrogó: quién eres, qué quieres. Nuevamente no escuchó respuesta, hasta que de pronto el sujeto se dio vuelta en un movimiento lento. Qué grande impresión se llevó al ver que la cara del sujeto estaba marcada por la huella de una llanta de automóvil, su rostro estaba deshecho, la sangre escurría de él.


Salió despavorido de la casa, su rostro se deformaba por el miedo, las lágrimas salían a chorros. No podía creer lo que había visto. Corrió tan aprisa, lo más rápido que podía, pero cuando volteaba veía al sujeto que caminaba hacia él; su caminar era más rápido, sentía que lo alcanzaba, pero de pronto, en un cruce de calles y cuando regresaba la vista al camino, se percató que una luz brillante se dirigía hacia él. Era un carro con un chofer distraído. Su miedo terminó ahí, con una cara deshecha por las llantas del automóvil, con un charco de sangre que rodeaba su frío cuerpo.

2 comentarios:

Ese sillón verde, inevitablemente, me hizo recordar a Cortázar

Así es. Ese sillón verde es por Cortázar. Conoce muy bien a Julito.