martes, 15 de mayo de 2012

La liguilla de la política


Por: Alejandro Badillo. 

Es difícil negar las semejanzas existentes entre el futbol y la contienda electoral. La corrupción, la enajenación y el desinterés por cierta parte de los espectadores o votantes son temas comunes entre ambos temas. Me encanta escuchar a las personas que descalifican a los amantes del futbol por ser supuestamente “personas incapaces de ver más allá de la cancha” y de la misma manera, oír los argumentos de los aficionados al defenderse de dichas críticas.

En la situación actual podemos hacer una analogía de lo que ocurre en la liguilla por el título a la presidencia y la contienda por la silla del campeón del Clausura 2012, ya que muchos verán el partido sin una escuadra favorita y otros saldrán a votar sin tener colores o partidos de por medio.

Santos Laguna y Monterrey disputarán en dos partidos quién será el nuevo campeón del futbol mexicano. En otros países el que hace más puntos por lo regular queda como monarca, pero en México, para sacar más dinero se inventan un minijuego que en algunos casos (casi siempre) premia a la mediocridad de las escuadras. Por fortuna, en esta ocasión se enfrentarán el primero y segundo lugar de la tabla general.

Ahora, la contienda electoral inicia desde que los pobres candidatos se hacen llamar pre-candidatos. A diferencia del futbol, la mayoría sabe quién va a pasar a la liguilla electoral, los políticos sólo le siguen el juego a la democracia. En el futbol algunas veces nos llevamos algunas sorpresas, como en esta ocasión que calificó Xolos de Tijuana; pero en la política es difícil que pase esto (¿podríamos comparar a Calderón del 2006 con Xolos 2012 o Querétaro 2011?). Más arriba sostengo que la liguilla suele premiar a la mediocridad porque en ocasiones el octavo equipo de la tabla surge campeón, pero acá, en territorio de la política, la mediocridad caracteriza el inicio y el fin de la contienda (también en el futbol mexicano, no nos hagamos los santos, cojea de lo mismo, sino tuviésemos una liga más competitiva).

Éstas no son las únicas semejanzas, hay muchísimas otras, por ejemplo los intereses que se esconden detrás de las banderas y colores, la cantidad de fanáticos o el entretenimiento que proporcionan a la masa; pero lo que me interesa aquí es hablar de los que no tenemos un equipo en la final ni un partido para votar el primero de julio.

Miles de mexicanos verán el siguiente fin de semana la final –final del futbol, pero sólo por entretenimiento ya que sus escuadras favoritas se quedaron en el camino. Al final no les importará quién gane entre los laguneros y los rayados; no se morirán en gritos desgarrados al final del partido, ni saldrán con su camiseta al siguiente día, no generarán caos vial y ni siquiera saldrán con su bandera por la avenida principal de la ciudad. Al ver el espectáculo futbolístico continuarán con el ritual de todos los fines de semana y así tener un tema del cual hablar.

 La semejanza en este caso con la política será que muchos ciudadanos apartidistas tendrán que hacer lo mismo el próximo 1 de Julio. Salir a votar sin un partido, sin una bandera y sin ningún color a sus espaldas. Pero la diferencia más notable e interesante que veo en este caso, es que dichos votantes se irán en contra de un equipo. Al parecer los apartidistas votarán no a favor de un mejor proyecto, ni del mejor candidato, tampoco votarán, como se suele decir: por el menos peor. En esta ocasión este porcentaje del padrón electoral saldrá a ejercer su derecho de voto en contra de un partido. Las redes sociales demuestran el rechazo que tiene cierto candidato, de tal forma es el rechazo que el próximo 19 de mayo se realizará una marcha no para apoyar a un candidato ni partido, sino para mostrar simplemente el descontento hacia el candidato del Revolucionario Institucional.

El 2 o 3 de julio, cuando se sepa a ciencia cierta si pierde el candidato del PRI muchos saldrán a festejar eso: la derrota; pero pocos celebrarán verdaderamente el triunfo de cualquiera de los tres candidatos restantes. La final política tiene mayor  relevancia para los mexicanos por tratarse del futuro de su país, a diferencia de la final Santos-Monterrey, la cual en comparación tiene una temporalidad ridícula y sin un cambio significativo; sin embargo, al final los apartidistas y los sinequipo sufrirán exactamente lo mismo: participar directa o indirectamente en una contienda que no los emociona o satisface del todo.    

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