Por: Alejandro Badillo.
Es difícil negar las semejanzas existentes entre el futbol y
la contienda electoral. La corrupción, la enajenación y el desinterés por
cierta parte de los espectadores o votantes son temas comunes entre ambos temas.
Me encanta escuchar a las personas que descalifican a los amantes del futbol
por ser supuestamente “personas incapaces de ver más allá de la cancha” y de la
misma manera, oír los argumentos de los aficionados al defenderse de dichas
críticas.
En la situación actual podemos hacer una analogía de lo que
ocurre en la liguilla por el título a la presidencia y la contienda por la
silla del campeón del Clausura 2012, ya que muchos verán el partido sin una
escuadra favorita y otros saldrán a votar sin tener colores o partidos de por
medio.
Santos Laguna y Monterrey disputarán en dos partidos quién
será el nuevo campeón del futbol mexicano. En otros países el que hace más
puntos por lo regular queda como monarca, pero en México, para sacar más dinero
se inventan un minijuego que en algunos casos (casi siempre) premia a la
mediocridad de las escuadras. Por fortuna, en esta ocasión se enfrentarán el
primero y segundo lugar de la tabla general.
Ahora, la contienda
electoral inicia desde que los pobres candidatos se hacen llamar
pre-candidatos. A diferencia del futbol, la mayoría sabe quién va a pasar a la
liguilla electoral, los políticos sólo le siguen el juego a la democracia. En
el futbol algunas veces nos llevamos algunas sorpresas, como en esta ocasión
que calificó Xolos de Tijuana; pero en la política es difícil que pase esto (¿podríamos
comparar a Calderón del 2006 con Xolos 2012 o Querétaro 2011?). Más arriba
sostengo que la liguilla suele premiar a la mediocridad porque en ocasiones el
octavo equipo de la tabla surge campeón, pero acá, en territorio de la
política, la mediocridad caracteriza el inicio y el fin de la contienda
(también en el futbol mexicano, no nos hagamos los santos, cojea de lo mismo,
sino tuviésemos una liga más competitiva).
Éstas no son las únicas semejanzas, hay muchísimas otras,
por ejemplo los intereses que se esconden detrás de las banderas y colores, la
cantidad de fanáticos o el entretenimiento que proporcionan a la masa; pero lo
que me interesa aquí es hablar de los que no tenemos un equipo en la final ni
un partido para votar el primero de julio.
Miles de mexicanos verán el siguiente fin de semana la final –final del futbol, pero sólo por
entretenimiento ya que sus escuadras favoritas se quedaron en el camino. Al
final no les importará quién gane entre los laguneros y los rayados; no se
morirán en gritos desgarrados al final del partido, ni saldrán con su camiseta
al siguiente día, no generarán caos vial y ni siquiera saldrán con su bandera
por la avenida principal de la ciudad. Al ver el espectáculo futbolístico
continuarán con el ritual de todos los fines de semana y así tener un tema del
cual hablar.
La semejanza en este
caso con la política será que muchos ciudadanos apartidistas tendrán que hacer
lo mismo el próximo 1 de Julio. Salir a votar sin un partido, sin una bandera y
sin ningún color a sus espaldas. Pero la diferencia más notable e interesante
que veo en este caso, es que dichos votantes se irán en contra de un equipo. Al
parecer los apartidistas votarán no a favor de un mejor proyecto, ni del mejor
candidato, tampoco votarán, como se suele decir: por el menos peor. En esta
ocasión este porcentaje del padrón electoral saldrá a ejercer su derecho de
voto en contra de un partido. Las redes sociales demuestran el rechazo que
tiene cierto candidato, de tal forma es el rechazo que el próximo 19 de mayo se
realizará una marcha no para apoyar a un candidato ni partido, sino para
mostrar simplemente el descontento hacia el candidato del Revolucionario Institucional.
El 2 o 3 de julio, cuando se sepa a ciencia cierta si pierde
el candidato del PRI muchos saldrán a festejar eso: la derrota; pero pocos celebrarán
verdaderamente el triunfo de cualquiera de los tres candidatos restantes. La final
política tiene mayor relevancia para los
mexicanos por tratarse del futuro de su país, a diferencia de la final Santos-Monterrey,
la cual en comparación tiene una temporalidad ridícula y sin un cambio
significativo; sin embargo, al final los apartidistas y los sinequipo sufrirán exactamente lo mismo:
participar directa o indirectamente en una contienda que no los emociona o
satisface del todo.
0 comentarios:
Publicar un comentario