Por: María del Carmen.
Las redes sociales se han convertido en el gran ojo
crítico – ¿o criticón? – del mundo. Sólo basta tomar una foto, un audio o un
video y subirlo a la red para que todos los usuarios comenten con el excelente ojo
crítico que supuestamente se adjudican.
Pareciera que todos están más atentos a lo que les
rodea, aunque sea tan sólo para poder mofarse o para sentirse más cultos. Hemos
visto proliferar imágenes donde se observan letreros con faltas de ortografía o
con redundancias increíbles, las cuales por lo general acumulan varios
comentarios burlones; sin embargo, ¿de qué nos sirve reírnos de los errores y nunca
cuestionarnos sobre las posibles causas?
Al burlarse de una imagen con un notable error
ortográfico o sintáctico el usuario demuestra su “amplio” conocimiento de las
reglas ortográficas y su “buena” preparación académica, pero al parecer
menosprecia el análisis de las causas o del contexto social que llevaron al
escribano a cometer dicho error.
No es que defienda los horrores gramaticales y
ortográficos que inundan nuestro país en los anuncios publicitarios – ya sea de
un puesto de kesadillas o de una gran
multinacional –, estoy en contra de esta nueva clase de pseudointelectuales que
abarrotan las redes sociales. Aquellos sujetos capaces de detectar un error en
la frase: Librería de libros, pero
que tienen dificultades a la hora de elegir entre: haber o a ver.
Nadie es perfecto y siempre surgirán dudas a la hora
de escribir. Apuesto que muchos de estos intelectuales de pacotilla tienen un
diccionario en la computadora o al menos a Wikipedia entre sus favoritos para
recurrir inmediatamente a ellos en cuanto la incertidumbre surja y de la misma
manera apuesto a que si la señora de las kesadillas
tuviera la oportunidad de recurrir a dichas herramientas lo haría.
Los mensajes en Facebook o Twitter de ciertos
personajes se ven bastante pulcros. Denotan la gran educación y la gran
preocupación que tienen a la hora de escribir, pero resulta indignante que
estas mismas personas a la hora de entablar una conversación recurran a las
palabras vagas o muletillas: güey, pues, chido, cabrón – por mencionar algunas –;
sin inmutarse por ello. O cometer el típico error de la “s” en verbos
conjugados en pretérito u olvidarse – por no decir ignorar – las conjugaciones
de ciertos verbos.
La congruencia de los nuevos intelectuales parece
ser dudosa, por un lado se burlan de la estilista que en su letrero escribe abrido en vez de abierto y por el otro comentan
«hay me duele la panza», o bien, hablan de manera vaga, sin decir mucho – por no
decir NADA –.
También cabe destacar que muchos de estas imágenes han
servido para que los usuarios se preocupen más por su manera de escribir. En
estos tiempos se ha cambiado la regla de la profesora, aquella que castigaba
por no saber multiplicar o leer o sumar o no hacer una pausa con las comas, por
el miedo a ser exhibido con los amigos. El hacer el ridículo parece ser la
mejor arma para que los nuevos usuarios comiencen a interesarse por la correcta
escritura, pero eso no exime a los
falsos e incongruentes usuarios.
Existirán los verdaderos amantes de las letras y de
las reglas. Los cuales respetan las palabras y pocas veces se mofan de los
mensajes. Son más bien sujetos que están seguros de sus conocimientos y no se
la pasan demostrando sus “amplios” saberes en la materia porque bien dice el
refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces.
0 comentarios:
Publicar un comentario