miércoles, 9 de mayo de 2012

Los falsos críticos del lenguaje


Por: María del Carmen.

Las redes sociales se han convertido en el gran ojo crítico – ¿o criticón? – del mundo. Sólo basta tomar una foto, un audio o un video y subirlo a la red para que todos los usuarios comenten con el excelente ojo crítico que supuestamente se adjudican.

Pareciera que todos están más atentos a lo que les rodea, aunque sea tan sólo para poder mofarse o para sentirse más cultos. Hemos visto proliferar imágenes donde se observan letreros con faltas de ortografía o con redundancias increíbles, las cuales por lo general acumulan varios comentarios burlones; sin embargo, ¿de qué nos sirve reírnos de los errores y nunca cuestionarnos sobre las posibles causas?

Al burlarse de una imagen con un notable error ortográfico o sintáctico el usuario demuestra su “amplio” conocimiento de las reglas ortográficas y su “buena” preparación académica, pero al parecer menosprecia el análisis de las causas o del contexto social que llevaron al escribano a cometer dicho error.

No es que defienda los horrores gramaticales y ortográficos que inundan nuestro país en los anuncios publicitarios – ya sea de un puesto de kesadillas o de una gran multinacional –, estoy en contra de esta nueva clase de pseudointelectuales que abarrotan las redes sociales. Aquellos sujetos capaces de detectar un error en la frase: Librería de libros, pero que tienen dificultades a la hora de elegir entre: haber o a ver.

Nadie es perfecto y siempre surgirán dudas a la hora de escribir. Apuesto que muchos de estos intelectuales de pacotilla tienen un diccionario en la computadora o al menos a Wikipedia entre sus favoritos para recurrir inmediatamente a ellos en cuanto la incertidumbre surja y de la misma manera apuesto a que si la señora de las kesadillas tuviera la oportunidad de recurrir a dichas herramientas lo haría.

Los mensajes en Facebook o Twitter de ciertos personajes se ven bastante pulcros. Denotan la gran educación y la gran preocupación que tienen a la hora de escribir, pero resulta indignante que estas mismas personas a la hora de entablar una conversación recurran a las palabras vagas o muletillas: güey, pues, chido, cabrón – por mencionar algunas –; sin inmutarse por ello. O cometer el típico error de la “s” en verbos conjugados en pretérito u olvidarse – por no decir ignorar – las conjugaciones de ciertos verbos.

La congruencia de los nuevos intelectuales parece ser dudosa, por un lado se burlan de la estilista que en su letrero escribe abrido en vez de abierto y por el otro comentan «hay me duele la panza», o bien, hablan de manera vaga, sin decir mucho – por no decir NADA –.

También cabe destacar que muchos de estas imágenes han servido para que los usuarios se preocupen más por su manera de escribir. En estos tiempos se ha cambiado la regla de la profesora, aquella que castigaba por no saber multiplicar o leer o sumar o no hacer una pausa con las comas, por el miedo a ser exhibido con los amigos. El hacer el ridículo parece ser la mejor arma para que los nuevos usuarios comiencen a interesarse por la correcta escritura, pero eso no exime  a los falsos e incongruentes usuarios.  

Existirán los verdaderos amantes de las letras y de las reglas. Los cuales respetan las palabras y pocas veces se mofan de los mensajes. Son más bien sujetos que están seguros de sus conocimientos y no se la pasan demostrando sus “amplios” saberes en la materia porque bien dice el refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces.

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