viernes, 28 de marzo de 2014

De lo mismo ¡Feliz 8 de marzo Lucia!

Cariño mío,

En esta noche llena de nubes que impiden ver lo hermosa y brillante que se ve la luna, te extraño más que nunca. Es momento de decirte un secreto: mejor compañero no pude haber encontrado; eres un ser tan sincero, lleno de entusiasmo y amor.

El hecho de sólo escuchar tu voz por teléfono me motiva para hacer mejor las cosas, para aguantar la soledad que se siente en estas cuatro paredes verdes en las que cada noche recuerdo con mucho amor tu lindo rostro y tu bella sonrisa. Aquí sola en este cuarto se vuelve más clara la imagen de los dos acostados, abrazándonos, haciéndonos el amor, besándonos, en nuestro pequeño y acogible nido de amor.

Escribía Lucía a Horacio mientras se encontraba haciendo etnografía al sur del país. Una pareja agradable que se decía alternativa y open mind; apenas llevaban seis meses de compartir vidas juntos y su amor era color de rosa, sabor a miel. Pero todo ese amor libre, diferente y alternativo comenzó a transformarse pasado un año en enojos, gritos, celos, burlas e indiferencia. Una noche cálida del mes de abril, Lucía regresaba a casa junto a su amado que quería sólo y exclusivamente para ella. Horacio molesto por el retraso de la llegada de Lucy, le dijo

-¿Dónde has estado? llevo seis horas esperando tu regreso. He tomado una botella de whisky, mientras la puta de mi “compañera” quién sabe dónde y con quién ha estado.

-Vamos Horacio no de nuevo, estoy cansada. Todo mi regreso se retrasó desde que salí de la comunidad hasta el aeropuerto, donde esperé cuatro horas para regresar. Así que lo único que quiero es descansar, claro, si me lo permites ¿Me lo permites?

Trató de explicar con tono sarcástico Lucía a su amado. Mientras se quitaba la mochila, se sentaba para liarse un porro y comenzaba a prepararse para tomar una ducha. En ese instante Horacio hacía el comentario –Vi a Quetzal (su ex pareja), está guapísima, como siempre. Ahora que me lo cuestiono ¿no sé por qué terminé con ella?-.

-Vamos corre tras de ella, sabes que no te lo voy a impedir ¿Quieres que te preste para el pasaje? Porque seguro tu beca familiar ya se acabó. Por cierto querido, cuándo vas a empezar a trabajar, llevamos un año y ningún trabajo te agrada. Está bien que construyamos una relación diferente, pero eso no quiere decir que se tienen que invertir los roles y te tengo que mantener, cabrón!-, le respondió Lucía cada vez más enojada. Se fue al baño, prendió una vela y comenzó a pensar por qué esa relación que en lugar de satisfacerla como persona, pareja y mujer la estaba destrozando ¿Por qué no separarse? Porque Lucy también creía que a pesar de todo el daño que juntos se hacían, lejos de Horacio no podía estar. En cierta medida él era el único que la acompañaba cuando más sola se encontraba, cuando las depresiones de la vida la consumían.

Terminó su baño de reflexión y Horacio que yacía ebrio en la cama, leyendo un libro sólo la miraba hasta quedarse dormido. Lucía tomó un cigarrillo, lo encendió y lo iba consumiendo despacio mientras miraba la luna desde su balcón. Sentada a orilla de éste, sintió que era hora de marcharse. Que aunque Horacio estuviera a la disposición de ella todo el día, todos los días, en realidad no quería eso. Removida por sus sentimientos y pensares Lucía se mensajeaba con uno de sus mejores amigos llamado Luis, para contarle la decisión y decirle que mañana pasase a las siete de la noche. Que estaba lista para decir adiós. Luis sólo le escribió

-Nadie está seguro de las decisiones que se toman en la vida, te la tienes que jugar y apostar. Si haz decidido que quieres dejar a Horacio, no hay problema, sabes por que te alejas. Sólo espero que estés firme con esa decisión y no regreses con quien tanto mal te está haciendo, querida amiga-.
Antes de responderle ese mensaje, Horacio estaba parado a lado de ella. Mirándola como nunca en ese año Lucía había sentido.

-Ahora con quién te mensajeas, pinche puta-. Le arrebató el celular, lo revisó y le dijo –Sí claro, es el pendejo de tu “amigo” Luis, cuándo se van a ver para coger-. Lucy estupefacta se quedó porque a pesar de gritos e insultos, agresiones físicas en su relación nunca se habían hecho ver. Y no quería que ocurrieran. Varias de sus amigas agredidas físicamente por sus parejas ya le habían hecho saber el dolor en el alma que esos golpes se sienten. Sólo se quedó callada, sentada en el balcón, recibía en su cara todo lo que a Horacio se le ocurría arrojar, ropa, botellas de perfume, cosméticos. Durante esto, Horacio con ojos de loco, la tomó por ambos brazos, la agitó estrepitosamente y la echó a la cama. Los vecinos ya habían escuchado todo aquel acto, tocaron a la puerta para saber si todo estaba bien. Salió Horacio y les dijo –Todo está bien, no se metan en lo que no les importa-. Lucía ya no quería que aquello se agrandara y no opuso resistencia a las agresiones y mucho menos dijo nada. Sólo pidió auxilio cuando Horacio arranco la manguera del gas y estaba por prenderse un cigarrillo. De inmediato la vecina de al lado, quien tenía buena amistad con Horacio, subió al departamento de la pareja, cerró la llave del gas y trató de calmar a Horacio. Lo recostó en la cama y se quedó abrazando a Lucia hasta que él durmiera. Dany le decía a Lucía que si quería se podía quedar con ella en su departamento esa noche, que nunca en la vida había visto que Horacio se portase agresivo, casi disculpándose Dany por los actos de su amigo. Lucy le dijo -mañana me voy, no te preocupes por mí, hoy empaco mis cosas-. Dany no muy convencida de que se quedara sola con su amigo, le dijo –cualquier cosa, me vuelves a llamar. Sea la hora que sea-.

Comenzó a empacar sus pocas pertenencias, muchas de ellas de la calle las fue a recoger. Lloró diferente, nunca en la vida nadie ni hombre ni mujer la había tratado de esa forma. Nunca en su rostro, brazos y piernas había tenido golpes por odio y enojo hacia su persona. Tomó una frazada y se quedó dormida en el sofá. A la mañana siguiente Horacio fue el primero en despertarse y ver el caos de aquel pequeño nido de amor. Despertó a Lucy desconcertado y al ver aquel golpe en su rostro, la abrazó y se puso a llorar. Le dijo –Qué pasó nena, qué hice… ¡Perdóname!-. Lucía lloraba y le decía –me voy, cómo espere tanto. Debí evitar que esto pasara mandándote a la chingada-. Horacio se justificaba en la “enfermedad” que en su cabeza tenía y en la cual Lucía nunca comprendió porque no tenía nombre, sólo veía a Horacio todo el tiempo con medicamento y en psicólogos. Horacio le propuso que no le dijera a su madre y padre de lo ocurrido hasta que hablasen con los suyos primeros. Fueron a la casa de la madre y el padre de Horacio y sólo se encontraba ella, la vio y se quedó boquiabierta cuando miro la cara de Lucía, quien le dijo –Voy a estar en la habitación de Horacio, necesitan hablar-. Hablaron un largo tiempo y Lucía aún dudaba en decirle a sus padres, no quería causarles lástima, aunque en realidad a lo que tenía miedo era a su reacción – Y si me dicen, es tu problema, me lo merezco, todas las parejas pasan por lo mismo. No lo voy a soportar, no viniendo de ellos. Voy a esperar a ver qué dice la mamá de Horacio, además ella es feminista una mujer estudiada y de mundo. Esperaré su opinión.- Se decía Lucy. Entró a la habitación Horacio con su rostro tranquilo y le dijo a Lucía -hablé con mamá y dice que me va a ayudar, me va a pagar el psicólogo, incluso dijo que si tu querías ir también te lo paga. Ven hermosa, vamos a almorzar con ella. Te amo, tanto-.

Con cara de asombro y frustración se quedó Lucy. Vaya consejo de una mujer que tanto admiraba. Se decía mientras bajaba con su cuerpo golpeado a almorzar –Esto no puede estar pasando, cómo escapo, a dónde voy ¿Un psicólogo? Qué les pasa-. Un nudo en la garganta se le hacía a Lucy, mientras ellos dos la trataban mejor que nunca, pero eso a Lucía no le importaba, sólo podía recordar lo que Horacio le dijo en su habitación. Sin más, esa noche por un momento Lucía se quedó con su suegra feminista y ella le dijo –Nena, lo único que necesitas para estar bien con mi hijo es no alterarlo. Él te ama, entiéndelo por favor. Todos te queremos y los vamos a apoyar, no se preocupen. Te sugiero que mejor no le digas a tus padres y traten de arreglar esto como pareja-.

Pobre Lucy, aun con todo lo que acababa de escuchar se despidió amablemente de su suegra. Sin dudarlo habló por teléfono con su madre. Mujer sin estudios y guerrera de la vida, escuchaba con detenimiento a su hija mientras por su rostro brotaban lágrimas. Cuando Lucía terminó de contarle todo a su querida madre, ella le dijo –Mi niña hermosa, ahorita mismo le hablo a tu padre y vamos por ti, pero tienes que saber que a ese hijo de la chingada tu papá primero le va a dar su merecido y después lo vamos a refundir en la cárcel-, -No mami, más problemas y violencia no quiero. Ahorita mismo llego a la casa-. La madre de Lucía esperó un momento, volvió a marcarle y ya estaba en el camión que la llevaba a casa, a la paz y tranquilidad que desde hace seis meses no sentía.

En la familia de Lucía el tema no se volvió a tocar. Ella dijo que no quería recordar en absoluto aquel mal momento de su vida. La familia de Horacio odió a Lucía por “abandonarlo” cuando él más la necesitaba. Pareja diferente y alternativa era lo que esas dos personas eran. Golpes, burlas e indiferencia el pan de cada día durante seis meses lo que ambos vivían.

Un ocho de marzo recuerda bien Lucy, fue el día que al psicólogo la que querían enviar por haber alterado la tranquilidad de su pareja, el día que decidió regresar a casa de sus padres, sólo por un momento en lo que decidía a dónde volar. Y en el trayecto de la casa de los padres de Horacio a la de sus padres, en el camión, un joven que repartía rosas a las mujeres, se acercaba a ella y le decía:

-Cómo te llamas.

-Lucy…

-¡Feliz, 8 de marzo Lucy. Feliz día de la mujer!


La Mire.

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