jueves, 26 de diciembre de 2013

Noche buena con antiácido y estrés

Por: B. Varglez.

El 24 y el 31 de diciembre así como el seis de enero son de las fechas más esperadas durante todo el año. Esperamos esa noche para poder celebrar en familia, nos ilusionan los regalos, la deliciosa cena y para otros tantos es un pretexto para una peda segura con la que se recibirá la Navidad o el Año Nuevo.

Pero qué hay en torno a estas celebraciones. Qué circunstancias viven muchos y cómo termina siendo en la realidad estas festividades... ¡Tranquilos! que no trabajo para el Teletón y no les voy hacer dramas sobre la pobreza y las necesidades que tiene nuestro pueblo y al que una gran mayoría le es indiferente porque todos sabemos perfectamente bien que la pobreza existe, la vemos, la olemos, la sentimos; que nos hagamos pendejos es otra cosa.

Esta vez quiero hablar del mexicano promedio que somos la mayoría. El que tiene un sueldo, el que tiene un aguinaldo, el que tiene una pareja, el que está casado o lo que es lo mismo está vendido y tiene hijos; la secretaria, el obrero, el médico, el veterinario, el comunicólogo, el fotógrafo, el farmacéutico, el administrador; en fin cualquier profesión que se les ocurra, todo aquel que tenga patitas y dinerito en el bolsillo para gastar, que no es rico pero que puede darse un gustito para estas ocasiones.

Vemos las calles, los mercados, los tianguis, los centros comerciales, llenos de gente gastando hasta el último quinto que le queda en el bolsillo; apurada, corriendo, comprando cualquier pendejada para la novia, el tío, la abuelita, la suegra, el primo, el gorrón... Bueno, hasta para el jefecito santo si es que son algo lamebotas.

Lo más cagado es que terminan hasta la madre del tráfico, los precios altos, el traer de la mano a la novia o a la esposa indecisa que no sabe qué chingados comprar y le da veinte mil vueltas al mismo sitio. Creo que piensan que si pasan veinte mil veces les terminarán haciendo una rebaja, pero es el momento de que los comerciantes echen el colmillazo porque pues se sabe que esa clase trabajadora trae varo y estará dispuesta a gastar lo que sea necesario con tal de que la dragona, el viejo fodongo o el crio caprichoso pongan sonrisa de oreja a oreja cuando abran el regalo, eso a los proveedores del hogar les da un cierto dejo de grandeza.

Claro que en muchas de las ocasiones el festejo llega a verse tornado de jetas porque como buenos mexicanos que dejamos todo al uno para las ocho. Llegan a la casa encima de todo a cocinar, a ponerse guapos, a pasar por la novia o el novio que tiene que ir de pegoste a la cena familiar a producto de gallina; a casa ajena para quedar bien con la nalga que se ande echando aunque en su casa lo espere también su familia para la cena. Porque bueno, ya de casados o viviendo juntos no queda de ostión camarón, pero de novios es por pura hipocresía y hasta lavan los trastes cuando en su casa ni su plato levantan.

Y tampoco hay que dejar de pasar lista a los que terminan hasta la madre de borrachos y tienen que amanecer su Feliz Navidad con una cruda marca llorarás en el “Torito” por andar corriendo a lo pendejo en el automóvil. Aunque eso sí, bien cenaditos porque hasta su buena cenita les dan que ojala no se les salga por andar cantando Oaxaca.

En fin que la mentada Noche Buena, Navidad, Año Nuevo y demás festividades terminan siendo una gran máscara de lo que es el mexicanito, de lo que somos dijo el otro: una sociedad consumista, que quiere lo mejor de tecnología, lo mejor de las grandes marcas, traer un celular inteligente (si te lo regalo tu pareja cuidado porque, no es porque te quiera mucho sino porque es una herramienta de “me contestas hasta en el baño no hay pretexto”) aunque sea lo único inteligente que muchos podrán llegar a tener en su vida.

Un buen regalo es un modo de decir que eres buen padre o madre que les das todo a tus hijos. Igual sueno a esa canción de Franco de Vita de “No basta”, pero es la triste y pelona realidad, vi a muchos y muchas comprando un buen regalo para que a su hijo o hija no le hagan bullying en la escuela o los amigos de la cuadra, claro, aparte para que la madre pueda echar chisme a gusto y su hija esté idiotizada en su tablet.
Los que hayan acabado ese día con antiácidos y estrés generados por las compras, por las suegras, las parejas, los hijos, los intercambios de oficina navideños o la pinche vida misma, sólo recuerden que lo más bonito después de todo eso es tratar de fomentar la unión familiar para que el día de mañana no vayan todos ridículos y llorosos a la tumba de la madre, el padre, el hijo o el hermano arrastrando el “hubiera estado con ellos esa última Noche Buena”, porque suele pasar.

Y como los quiero, no los chingué en martes no hay que ser tan cargado y arruinar la chula cena de Noche Buena, no sea que se me tache de Grinch o de amarguetas por darles a muchos con la realidad en la cara. Felices fiestas y buen fin de año. Para el 2014 el propósito será chingarlos de una mejor y bonita manera a ustedes mis queridos lectores, porque aquí se les acepta como sean: gordos, flacos, fodongos, fresas, chingones, fieles, infieles, tontos, locos, listos, guapos, feos; porque el que esté libre de pecado... qué aburrido.

0 comentarios: