lunes, 21 de octubre de 2013

Nos caga que nos cague

por P.I.G.

Nos caga que algún funcionario en alguna oficina de alguna instancia gubernamental nos pida dinero para saltarnos los lugares de la fila y realizar antes que todos los trámites correspondientes; nos caga la corrupción, pero no nos gusta formarnos.

Nos indigna que una mujer y su niño en brazos mueran atropellados por un asqueroso inconsciente detrás del volante, pero más de una vez hemos salido de una fiesta ebrios hasta el recto y nos hemos cruzado los semáforos rojos porque nos parece un claro ejercicio de rebeldía.

Nos perturba que ese hijo de vecino no le ceda el asiento a una mujer en el transporte, pero el día que nosotros somos ese hijo de vecino que tiene el privilegio de ir sentado, pensamos: “Total, no está tan grande, puede ir parada y no creo que vaya muy lejos”. Ja, nos caga la discriminación, pero peyorativamente usamos el término “hijo de vecino” con ese sujeto que va sentado.

Odiamos que los políticos desfalquen y roben a sus anchas, pero si se presenta el caso no diremos nada al señor de la tiendita que nos ha dado cambio de más. Robamos a nuestra manera, y eso ya nos hace cómplices.

Nos cagan los legisladores que duermen sin descaro en sus curules, pero “la semana laboral debería durar sólo tres días”.

Odiamos el machismo, pero “que no vayan viejas a la fiesta, que vaya puro cabrón para que se ponga mejor el asunto”. Odiamos el feminismo, pero “pinches hombres”, cuando un pinche hombre y una pinche mujer es también un pinche papá y una pinche mamá.

Nos encabronamos con los “pinches encapuchados” que pintan y dan mala imagen a la ciudad, pero si ya no hay remedio orinamos en los parques y muy a menudo tiramos basura; al fin sólo es una colilla de cigarro.

Nos caga la propiedad privada de los poderosos, pero que no se atrevan a ensuciar “mi auto”, que no peguen estampitas en “mi casa”, que nadie venga y coma en “mi mesa” o que ni se les ocurra tomar prestado “mi celular”, porque eso es mío y sólo yo puedo hacer uso de ello.

Nos caga la forma cruel y despiadada como matan a los cerdos, pero esos tacos seguramente te hacen olvidar que ya eres parte del círculo de la tortura.

Nos caga la apatía de los futboleros y sus dos horas de alienación, pero las ocho horas de embrutecimiento etílico nos parecen razonablemente aceptables.

Odiamos la hipocresía y el fanatismo de las iglesias, y por eso hay que quemar iglesias y crucificar cristianos, eso no es ni hipócrita, ni fanático. “Qué bueno que hayan crucificado a Cristo”, pero qué pinche indignación por la manera en que crucificaron inocentes durante las purgas soviéticas.

Me cabrea el racismo en todas sus manifestaciones, pero “ese indio apesta a campo y esos pinches blancos hijos de papi deberían largarse del país”.

Me caga la xenofobia, “pero pinche Laura Bozzo, que se regrese a su país, aquí no la queremos”.

Al diablo con las trasnacionales, “pero la cerveza sale más barata en Walmart”.

Odio a los burgueses, pero “si tuviera su dinero ya me hubiera largado de este país y terminaría mis días viajando alrededor del mundo”.

Me cagan los productos de farándula de Televisa, “pero qué rica está Galilea Montijo”.

Estoy en contra del aborto, pero “a ese pinche Loret de Mola no le hubieran permitido nacer”. Sí, aunque sea sólo sentido figurado, igual se piensa con bastante entusiasmo.

Odio la represión, “pero que se madreen a los maestros por pinches güevones”. Odio que las marchas obstaculicen la ciudad, pero “si le suben un peso al precio del refresco sí salgo a las calles a protestar por mi derecho a la libre compra” (sic).

Me caga que el sistema desplace y reduzca al mínimo mi libertad, “pero quiero que mi pareja esté siempre aquí y que no se le ocurra ir a donde yo no vaya sin que me entere”.

Nos caga la hipocresía, pero siempre viajamos a todos lados con nuestro espejo, con la moralina, con la doble personalidad, con el claroscuro de la personalidad humana, con los principios fundamentales aprendidos a través de tantos años, pero con el cesto de basura para cuando los valores estorben y poderlos mandar a la mierda por un rato.

Nos cagan las medias tintas, pero el ser humano siempre camina sobre la línea media que divide los polos, los extremos, las aristas opuestas de la vida. 

Al humano le caga la humanidad, pero ha hecho un (semi)esfuerzo malogrado para acabar con ésta, y se ha conformado con repetir una y otra vez que le caga y le caga y le caga, pero siempre termina limpiándose la suciedad, duerme tranquilamente y al día siguiente todo le parece un poco más normal.


1 comentarios:

qué cagante situación jajaja