Por: B.
Varglez.
Cuando se menciona la palabra adicción, la mayoría de las personas por
automático la conectan a drogadicción y alcoholismo, pero si le echamos un
poquito mas de coco sabemos que uno puede ser adicto desde algo tan serio como
la cocaína, hasta algo tan idiota como las papas Sabritas, pero algo a lo que
también se es adicto es a las relaciones destructivas.
Qué será lo que nos hace estar atados a una persona que nos destruye,
nos maltrata y hasta se da el gusto de traernos como yoyo o como perrito
moviendo el rabo al chasquido de su voluntad, y en cambio en la mayoría de las
ocasiones desdeñamos el amor y los buenos tratos que una pareja este dispuesta
a darnos.
Bueno, como decía la bisabuela: "Todos tenemos a nuestro pendejo,
pero también nosotros terminamos siendo el pendejo de alguien", o lo que
es lo mismo, lo que se hace se paga; el tan mentado karma resulta terminar
siendo verdad.
El INEGI, el Inmujeres y otros institutos siempre marcan y hacen
referencia a cifras de mujeres maltratadas, pero en muy rara vez nos dan cifras
de maltrato psicológico que resulta ser el más difícil de aceptar y de tratar,
pues muchas y muchos (porque esto no es exclusiva de las mujeres, también,
aunque suene difícil de creer, hay hombres que sufren maltrato y bullying por
parte de mujeres) no aceptan que están siendo maltratados y dominados al gusto
de otra persona y, por el contrario, ven esa conducta como normal.
He tenido la oportunidad de tener de cerca un par de casos donde se cae
en el conformismo y el "pues es que ya sé como es y no espero nada".
La verdad es que dan ganas de jalarles lo pelos para ver si reaccionan.
Le da más impotencia y coraje al que ve el maltrato que al que lo
sufre, se llega a los extremos de conformarse con cinco minutos de besitos y
caricias, aunque el día de mañana ni se acuerden de que existen.
Las mujeres suelen ser más vulnerables a esta problemática;
atribúyanselo a las telenovelas, a los cuentos de hadas o a las madres que
educan a sus hijos como proveedores y a las mujeres como bonitas adornos de la
casa que sirven para hacer quehaceres domésticos. Aunque lo duden, aun a pesar
de lo que se pueda pensar siguen existiendo esos métodos de educar en los
hogares mexicanos.
Y en ocasiones también no necesariamente es lo anterior el problema de
una mujer al soportar el maltrato ya sea físico o psicológico; es la mayoría de
las veces a no querer estar solas, a querer tener forzosamente a alguien que le
llene la cama, porque podremos ver que en su vida cotidiana es toda una “Chucha
cuerera”, la “non plus ultra” en su chamba, una madre “ejemplar” y con un
aparente carácter recio, pero a la hora del corazón todo se viene abajo.
Porque lo mismo le duele a Carmen Aristegui un engaño o un golpe (creo
tener esa seguridad, porque no es de palo), como le duele a una muchacha común
y corriente. La diferencia tal vez es que una de éstas dos diga “Hasta aquí”.
Sabrá cada una en su intimidad cuál será, porque puede que nos llevemos grandes
sorpresas, y las más duras afuera, ante los demás, sean las más débiles por
dentro.
La dureza suele ocuparse como un caparazón para evitar ser lastimadas
nuevamente. Por lo regular, cuando una mujer se vuelve una cabrona (como muchos
les dicen a las que ya no se dejan de los hombres), es porque algo feo le pasó,
porque por fin despertó de ese letargo en que la tenían sumida.
Muchas mujeres van por ahí dejándose maltratar por todos -para ellas es
un modo de vida- por su padre, por sus hermanos, por el jefe de la empresa, por
el tío, abuelo, por su chingada madre y tal vez hasta disfrutan el rol de
victima porque así creen o tienen la idea de que tras la compasión existe el
amor, lo cual es un error absoluto.
Quien te compadece no te quiere, así como quien te maltrata menos.
Las formas de despertar de ese mal sueño es, en primera, aceptar que se
tiene el problema, porque te lo podrán decir mil gentes, pero quien lo tiene
que ver eres tú. Después se debe tener la firme convicción de hacerlo y dejar
la soledad en compañía en segundo termino, sino pueden solas a buscar ayuda
profesional que los guíe paso a paso y los conduzca al camino del amor propio
que es real a diferencia del que les ofrecen a cambio de perder su esencia.
No ceder a chantajes, porque el maltratador por lo regular siempre
volteará la tortilla y les dirá que nadie más las querrá, que lo dejan porque
se quieren ir de zorras y sobre todo no caer ante el: “te lo juro que voy a
cambiar”, nunca pasa. Chango viejo y mañoso no aprende nuevos trucos y alguien
que las hacia sentirse feas, tontas, poco deseadas, empequeñecidas, entre otras
cosas, nunca, nunca cambiará.
El que cela enfermizamente siempre lo hará, el que les hace dramas por
como se visten o porque saludan a un compañero de trabajo siempre lo hará; el
que las engaña hasta con él mismo siempre lo hará; el que les prohíbe tal o
cual amistad siempre lo hará, y así podemos seguirnos en ejemplos de maltrato
psicológico.
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