Por: B. Varglez
El
miércoles desayunamos, comimos y cenamos papa Francisco, lo que escuchamos,
leímos y vimos, es innegable que en todo el mundo esta noticia tenia que ser el
hit o el hashtag, como se dice hoy en
día en el lenguaje de las redes sociales. Pero ¿por qué este fenómeno, a pesar
del rechazo que muchos expresan por la Iglesia Católica, sigue siendo todo un
alboroto? Las respuestas pueden ser infinitas, desde la más simple hasta la más
compleja.
He
de decir que me sorprende más el que aún millones se emocionen con esto, el escuchar las opiniones de las personas,
tanto gente joven como adultos, que estaban fuera de la Basílica y de la Catedral,
es como transportarnos al México antiguo, donde la iglesia era la que, a base
del temor y del tan mentado amor a dios, manipulaban la mente de sus
feligreses.
La
mayoría de las personas del sondeo comentaban: "Es una bendición que sea
latinoamericano, ya nos tocaba"; "Qué felicidad, la Iglesia Católica necesitaba
tener otra vez jerarca".
En
realidad la Iglesia Católica necesita tanto ser dirigida por un hombre que formaba
parte de la dictadura en Argentina, que está en contra de los gay, de la
libertad sexual, del aborto, de la planificación familiar y de la igualdad y
los derechos de la mujer.
¿En
qué momento la sociedad estará dispuesta a separar la fe de la iglesia? Porque
lo malo no es tener la fe, ésa la podemos tener en la creencia de un poder
supremo o en la maceta de nuestro patio; cada quien es libre de creer en lo que
le venga en gana. El problema y lo jodido viene cuando nos cerramos a la
realidad y no vemos toda la mugre que se esconde abajo del tapete del Vaticano
y sus capillitas.
Ahí
en la casa papal podemos ver cómo se desparrama la opulencia, cuando con el puro
anillito que se le da a este señor cuántos niños podrían ser alimentados, cuánta
pobreza no se erradicaría, pero en serio, no como las jaladas de la Cruzada
contra el Hambre.
Es
algo ilógico y una mofa los votos de austeridad de los que alardean, si el outfit del Sumo Pontífice está valuado
en miles de euros, cerca de cuatro mil para ser un poco más exactos. Pero eso
sí, muy ofendidos cuando se habla de los casos de pederastia que son
encubiertos por esta “sagrada institución”, y en todos lados se cuecen habas.
Lo
malo es que los fieles católicos, que muchas veces manejan una doble moral y
que creen que con ir a la iglesia y contar sus “pecados” cada domingo tendrán
pase directo al cielo, no dan crédito a lo que los sacerdotes hacen.
Como
por ejemplo en nuestro país: cuántas comunidades, donde los caciques son jefes
del narco, no toman al servicio al párroco de su entidad para sus bautizos,
bodas, primeras comuniones y hasta funerales, con lo cual los padrecitos amasan
pequeñas fortunas, además de darles su lavada de cerebro a los pobladores,
dejando por lo alto de los cielos al hacendado en cuestión.
Es
verdad que también hay sacerdotes que sí tienen vocación, pero lamentablemente
son los menos.
Al
denunciar estos pequeños ejemplos, muchos nos tachan de herejes, de ser hijos
del averno. Pero no es juzgar, no es burlarse. Cada quien, como lo dije, sabe cómo
alimenta su conciencia, pero el echarle una miradilla a la realidad y compartirla
no nos vendría mal.
Al
menos yo considero en mi forma de ver la religión, que no necesita de iglesias,
ni de papas. El que tiene fe, la tiene y vive con ella en su ser, en su alma.
Entre
tanto “Habemus Papa”, siempre es un detallazo saber por lo menos quién nos
llevará al infierno de la mano, y entre tanto, mejor nos ocupamos de lo que
pasa en nuestro país, que luego por andar en los chimoles de otros que ni nos
van, ni nos vienen, nos dan “sabadazos” o atole con el dedo.
Porque
la verdad me preocupa más que me enchilen con las reformas, a que el Papa
Francisco me dé mi pase para ir al cielo. Total, pa’ qué quiero ir, si ahí ni
voy a conocer a nadie.
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