martes, 19 de marzo de 2013

El adorno caro del Vaticano


Por: B. Varglez

El miércoles desayunamos, comimos y cenamos papa Francisco, lo que escuchamos, leímos y vimos, es innegable que en todo el mundo esta noticia tenia que ser el hit o el hashtag, como se dice hoy en día en el lenguaje de las redes sociales. Pero ¿por qué este fenómeno, a pesar del rechazo que muchos expresan por la Iglesia Católica, sigue siendo todo un alboroto? Las respuestas pueden ser infinitas, desde la más simple hasta la más compleja.

He de decir que me sorprende más el que aún millones se emocionen con esto,  el escuchar las opiniones de las personas, tanto gente joven como adultos, que estaban fuera de la Basílica y de la Catedral, es como transportarnos al México antiguo, donde la iglesia era la que, a base del temor y del tan mentado amor a dios, manipulaban la mente de sus feligreses.
La mayoría de las personas del sondeo comentaban: "Es una bendición que sea latinoamericano, ya nos tocaba"; "Qué felicidad, la Iglesia Católica necesitaba tener otra vez jerarca".

En realidad la Iglesia Católica necesita tanto ser dirigida por un hombre que formaba parte de la dictadura en Argentina, que está en contra de los gay, de la libertad sexual, del aborto, de la planificación familiar y de la igualdad y los derechos de la mujer.

¿En qué momento la sociedad estará dispuesta a separar la fe de la iglesia? Porque lo malo no es tener la fe, ésa la podemos tener en la creencia de un poder supremo o en la maceta de nuestro patio; cada quien es libre de creer en lo que le venga en gana. El problema y lo jodido viene cuando nos cerramos a la realidad y no vemos toda la mugre que se esconde abajo del tapete del Vaticano y sus capillitas.

Ahí en la casa papal podemos ver cómo se desparrama la opulencia, cuando con el puro anillito que se le da a este señor cuántos niños podrían ser alimentados, cuánta pobreza no se erradicaría, pero en serio, no como las jaladas de la Cruzada contra el Hambre.

Es algo ilógico y una mofa los votos de austeridad de los que alardean, si el outfit del Sumo Pontífice está valuado en miles de euros, cerca de cuatro mil para ser un poco más exactos. Pero eso sí, muy ofendidos cuando se habla de los casos de pederastia que son encubiertos por esta “sagrada institución”, y en todos lados se cuecen habas.

Lo malo es que los fieles católicos, que muchas veces manejan una doble moral y que creen que con ir a la iglesia y contar sus “pecados” cada domingo tendrán pase directo al cielo, no dan crédito a lo que los sacerdotes hacen.

Como por ejemplo en nuestro país: cuántas comunidades, donde los caciques son jefes del narco, no toman al servicio al párroco de su entidad para sus bautizos, bodas, primeras comuniones y hasta funerales, con lo cual los padrecitos amasan pequeñas fortunas, además de darles su lavada de cerebro a los pobladores, dejando por lo alto de los cielos al hacendado en cuestión.

Es verdad que también hay sacerdotes que sí tienen vocación, pero lamentablemente son los menos.

Al denunciar estos pequeños ejemplos, muchos nos tachan de herejes, de ser hijos del averno. Pero no es juzgar, no es burlarse. Cada quien, como lo dije, sabe cómo alimenta su conciencia, pero el echarle una miradilla a la realidad y compartirla no nos vendría mal.

Al menos yo considero en mi forma de ver la religión, que no necesita de iglesias, ni de papas. El que tiene fe, la tiene y vive con ella en su ser, en su alma.

Entre tanto “Habemus Papa”, siempre es un detallazo saber por lo menos quién nos llevará al infierno de la mano, y entre tanto, mejor nos ocupamos de lo que pasa en nuestro país, que luego por andar en los chimoles de otros que ni nos van, ni nos vienen, nos dan “sabadazos” o atole con el dedo.

Porque la verdad me preocupa más que me enchilen con las reformas, a que el Papa Francisco me dé mi pase para ir al cielo. Total, pa’ qué quiero ir, si ahí ni voy a conocer a nadie.

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