jueves, 14 de febrero de 2013

No puedo seguir fingiendo


por Israel Martínez Angulo

El miedo a hablarte, tan perfecta es tu imagen que mis palabras son capaces de afectar tu noción de lo material, de tu percepción. Tu mundo parece respirarse de otra manera. Es mi timidez la que atañe mi fracaso, es tu belleza la que se interpone entre tu mundo real y mi patético intento de mundo material. Nunca lo intenté y no lo haré jamás. Tu perfil es perfecto, su forma es una obra de arte. Quién se imaginaría que la naturaleza pudiera crear tanta perfección.

Crazy for you es una canción de Slowdive, un tipo de rock, algunos lo catalogan como Dream Pop, yo digo que sólo es música hermosa, y puedo decir que mientras te veo, la canción se reproduce en mis oídos, afectando mi cerebro y llegando hasta lo más profundo de mi ser, esencia que jamás perderé… Patética esencia, mi vestir, el habla y la forma en la que intento estar dentro de lo que algunos consideran moda… quién sabe, tal vez así, si en un momento se te ocurre voltear a ver quién soy, puede que te guste más. Uno qué va a saber si en realidad no conozco más que tu físico, ya que tu mente e ideas son un mundo estéril para mí.

Quién diría que toda mi vida he buscado la forma de poder hablar con cierto grado de coherencia. Dicen que el amor es un estilo de locura... por lo tanto jamás podré, no lo haré, por más que intente no te encontraré, y de quién puedo estar hablando más que de la felicidad. ¿Alguien se ha imaginado hablando con su felicidad, cruzando palabras con ella y vivir en una simbiosis perfecta? Creo que sólo son cuentos de hadas… malditos cuentos de hadas, sólo enferman un poco más mi percepción de la vida.

No te culpo, sé que soy invisible para ti, sé que para tratar de estar a tu lado debo de conocerme más, debo ser más fuerte y lo que es más importante: debo de morir para así olvidar todo este peso que no me deja ser, para desaparecer todas estas ideas que no me permiten evolucionar, que hacen del hombre un animal... el miedo, el instinto, los sentidos, los impulsos. Moriré buscándote de nuevo, recuperando lo que alguna vez fue nuestro.

Tú, Sofía, me atrapaste en el año 2005. Tú y yo éramos sólo dos jóvenes, lo recuerdo claramente, fueron seis meses los que tardé en pronunciar una palabra frente a ti; sin embargo, pude emitir miles de señales a través de mi mirada, lo hacía a diario al salir de mi salón de clases. Era tan joven que no me preocupaba por aprender, sólo pensaba en tu rostro, esa fisonomía perfecta.

Al final, cuando logré acercarme, fuiste tú quien dio el primer paso. Preguntaste mi nombre, fue entonces cuando todo comenzó, ya era un hecho, podía ser mía aquella realidad con la que soñé durante toda mi vida.
Ahora te veo frente a mí y soy yo quien no puede hablarte, tus lágrimas caen sobre mi cara. Lo más triste es que no las siento, sólo las veo caer. Ahora tengo 30 años, no puedo moverme, no puedo hablarte y no puedo si quiera soñarte.

Atrapado por un error, atrapado por una historia, sin embargo te escucho, lo hago cada viernes que vienes a verme, y al escucharte leer cuentos de Borges para mí… ¡carajo!, comienza a ser monótono. Sólo de pensar que esto es molesto para mí, no imagino lo tedioso y desesperante que puede ser el verme en estas condiciones.

Al inicio tenías la fiel confianza de un día entrar por esa puerta blanca y encontrarme como alguna vez me llegaste a conocer. Sin embargo, sé que no pasará, sé que esta noche será igual, sé que esta noche no podré hablarte más porque tal vez estábamos destinados al olvido… sólo tal vez.

1 comentarios:

Que triste por el señor catatónico. u u