martes, 22 de enero de 2013

Conflictos humanos


por P.I.G.

Verenice (V): Oye, ¿estás bien?
Eduardo (E): Lo siento, me perdí por un segundo; es sólo que no puedo dejar de pensar de qué color es tu brasier.
V: ¿Qué diablos estás diciendo?
E: Lo siento… lo que pasa es que no me he sentido bien últimamente.
V: ¿No te sientes bien?, ¿te pido que me cuentes de tus problemas y lo único en lo que piensas es en el color de mi brasier?
E: Y el de tu tanga también.
V: Eres un pinche cerdo, Eduardo. ¿Qué te ocurre? Te noto tan cambiado. Antes eras más cariñoso, más detallista, más atento; ahora sólo piensas en sexo y en drogarnos y ver ese cine asqueroso con el que logras erecciones que conmigo casi nunca.
E: Oye, no te pongas así. Es que… vamos, quería hacerte una pregunta.
V: ¿De verdad? ¿Cuál?
E: ¿Quieres ser mi novia?
V: ¿Tu novia? Cabrón, llevamos tres años de novios, no jodas.
E: Lo sé, lo sé, nada más quería emocionarme como la primera vez que lo pregunté.
V: ¿En verdad te emocionó preguntarme si quería ser tu novia?
E: No hablaba de ti, pero ése no es el punto. Es que… hace mucho que no hacemos el amor.
V: Y dale, pinche Lalo; te digo que no sales de entre mis piernas y extrañas “hacer el amor”.
E: Pues nunca hemos hecho el amor… digo, casi…
V: ¿Nunca, cabrón?, ¿o sea que sólo ha sido sexo y ya?
E: Me refería a que hace mucho… hace mucho que no lo hacemos más bien. ¿Te gustaría ir por un helado y de paso dar una visita al hotel donde…?
V: Hotel, madres, pinche Lalo. En serio que no te entiendo. Me hablas para decirme que salgamos y luego vienes con esta sarta de pendejadas…
E: ¡Ey! Bájale a las palabrotas, no estás hablando con cualquier güey.
V: Pues pareciera que sí estoy hablando con cualquier güey, no te comportas como mi novio.
E: Lo sé…
V: ¿Qué sabes?
E: ¿Qué?
V: Eduardo, puta madre, deja de mirar mi pecho.
E: Disculpa. Entonces, bueno… sabes que te quiero, ¿verdad?
V: Creo que no.
E: Pues te lo estoy diciendo, deberías creerme.
V: Ya no puedo creerte, mis amigas dicen que…
E: Tus amigas son unas putas.
V: Oye, ¿cuál es tu problema con mis amigas?
E: Pues son unas putas, me di cuenta de ello en la fiesta de Erika; no dejaban de mirarme lascivamente.
V: Güey, todo mundo sabe que tú fuiste quien intentó besar a Elba.
E: Da igual.
V: No da igual, Eduardo, me pones en ridículo y ahora todos saben la clase persona que eres.
E: ¡Pues que chinguen a su madre! Me importa una mierda el concepto que tengan de mí, tú sabes que no es cierto.
V: Tal vez sí tengan razón.
E: ¿En verdad lo crees? ¿Crees que soy como dicen que soy?
V: Puede que sí.
E: No te culpo. Oye, vamos a comer, me muero de hambre.
V: Oye, esto es cosa seria, preocúpate por un segundo por tu relación, Eduardo.
E: Me preocupo por mi relación teniendo la brillante idea de ir a comer.
V: ¿Esa es una brillante idea?
E: ¿Tienes una mejor, Ve-re-ni-ce?
V: Sí, que te vayas a la mierda.
E: Mmm… pero que conste que te dije que fuéramos a comer.
V: Cabrón, a ti no te importa nada, ni la relación, ni yo…
E: Claro que me importas y quiero estar cog… quiero estar bien contigo, pero es que no sé qué me está pasando.
V: Pues es que dime, ¿qué sientes, qué piensas, qué crees que te pueda estar pasando?
E: No sé, no importa. ¿Vamos o no a comer?
V: ¡Vete al diablo!
E: Oye, no es para tanto. Mira, no puedo pensar con el estómago vacío, pero quiero dejar las cosas en claro y quiero estar bien contigo.
V: Eres un cínico, Eduardo, lárgate a comer y déjame sola.
E: Perfecto, pero promete que me esperarás.
V: ¿Qué?, ¿esperarte?
E: Oye, no tardo, de verdad.
V: Púdrete, no quiero volverte a ver.
E: Verenice, amor, tranquila. Mira, te seré sincero, no sabes por la clase de cosas que he pasado estos últimos días y no es fácil vivir así.
V: ¿Así cómo?, ¿sin sexo, sin pornografía, sin drogas ni alcohol?
E: Y sin comer.
V: Eres un patán, ¿sabes?
E: Pues no lo sabía, pero ahora lo sé ya que mi novia me lo dice.
V: Ya no soy tu novia, Eduardo, terminamos. No puedo seguir con esta farsa, me lastima, me cansa.
E: Por favor, sólo bromeaba. Sabes que en el fondo de tus… en el fondo te amo más que nadie.
V: No puedo creerte, ya no es como antes cuando…
E: Ya lo sé, ya lo sé; pero, mira, se puede solucionar.
V: ¿Ah sí? Cómo según tú.
E: Oye… ¿no traes ropa interior?
V: Maldito imbécil, no se puede hablar contigo seriamente. Me largo y no quiero verte jamás.
E: No, Verenice, espera… ¿quieres casarte conmigo?
V: ¿Casarme? Después de todo lo que has dicho, ¿quieres casarte conmigo?
E: En verdad no tanto, pero pues hay posibilidades de que obtenga un mejor trabajo si me caso.
V: Qué estupideces estás diciendo.
E: De verdad, lo presiento. Bueno, en verdad lo leí en mi horóscopo.
V: Dios, eres petulante.
E: Eso lo sé, pero por un momento lo había olvidado... Gracias… gracias por recordármelo y hundirme todavía más.
V: Oye, lo siento, no quería hacerte sentir mal. Tal vez sí estás pasando por algo realmente grave y necesites ayuda, Eduardo.
E: Lo que necesito es comer…
V: Hijo de puta.
E: Oye, no te metas con mi madre.
V: Si tu madre fuera puta, créeme que tendría más principios que tú.
E: ¡Pues es lo que he intentado decirte todo este tiempo!
V: ¿Qué?, ¿que tu madre… es una… puta?
E: No, que no tengo principios ja ja. ¿Vamos a comer ahora sí?
V: Púdrete.
E: Está bien. Yo voy a comer, tú haz lo que quieras. Te veo en casa.
V: ¿Cuál casa? No vivimos juntos en una maldita casa.
E: Obvio no, te veo en tu casa en la noche para cenar.
V: Bastardo hijo de…
E: Te amo, yo igual te amo, Verenice.

0 comentarios: