lunes, 5 de noviembre de 2012

Días grises, días tristes


Por: Gustavo Y.

En los últimos días no me he sentido nada bien. Las frías mañanas son más tristes que de costumbre. Ver las gotas de lluvia aún aferradas a los sucios vidrios, el cielo cubierto por una capa grisácea y los transeúntes envueltos en sus ropas más cálidas, me recuerda la cruel realidad que habitamos.

El país colorido que conocía se ha vuelto un lugar extraño pintado de rojo sangre. Los niños cuando juegan con sus pistolas de plástico ya no me hacen rememorar los juegos del viejo oeste o policías y ladrones, ahora hay un rastro de violencia en sus caras, en sus gritos, en su mexicanidad. Al parecer los niños, los jóvenes y los adultos mexicanos ya tenemos siempre días grises y fríos y con este mal clima la situación psicológica empeora.

Trato de no pensar en ello cuando voy al trabajo. Me gusta viajar en el transporte público para sentirme un poco más en comunidad, además siempre es un buen pretexto para leer. Prefiero los escritores argentinos, pero no sabría decir el porqué. No tengo sangre gaucha o bonaerense, aunque tal vez cuente que haya nacido en 1986, el mismo día en que Argentina se llevó la copa del mundo. Conozco un poco de la cultura argentina, del tango, de la historia política de inicios del siglo XX, del lunfardo, del rock argentino, pero sobre todo de futbol o fútbol.

Mi trabajo consiste en recibir los libros en la Biblioteca Nacional. Soy un jodido bibliotecario decía mi padre y no me avergüenzo de ello. Conozco más libros por su portada que por su contenido. Cuando en los cafés escucho a uno de esos intelectuales nombrar cierto libro, lo primero que se me viene a la mente es la portada o portadas, según las ediciones que tengamos en la biblioteca. No sabré a ciencia cierta cuál sea el tema del libro, pero sí que podría describir a la perfección la portada.

Las portadas pueden decirnos mucho sobre el libro que tenemos en la mano, aunque algunas veces pueden darnos sorpresas. Aunque para sorpresas aquel día que salí temprano del trabajo y me fui a dar una vuelta por el corredor de libros usados. En ese sitio que suelo frecuentar de vez en cuando, sólo para otear cuántos libros de la biblioteca hay ahí, me encontré uno con la portada cortada por la mitad. En la mitad restante se podía ver la imagen de un globo terráqueo en rojo y debajo al parecer había un par de espadas o de mosquetes. El agua azul del planeta era de un rojo sangre y por título, encima del globo, tenía El diario de la última especie.

Ese libro lo compré porque la imagen me impactó. Me recordó al país en el cual ahora vivía. En mi país últimamente los diarios se tiñen de rojo y nosotros, los mexicanos, parecemos ser la única especie. Los otros animales los dejamos de lado como si no existieran. Vemos a los perros o gatos callejeros sin sentirnos culpables por su desgracia o les compramos a nuestros hijos mascotas que luego de un par de semanas las enterramos o las mandamos al caño. El diario de la última especie aún no lo he leído porque tengo tanto miedo de encontrarme la historia de mi país escrita por algún viejo loco del siglo pasado.   

No me gustaría abrir un libro que contenga el futuro de mis familiares y amigos, pero sobre todo me enloquece la idea de pensar que nuestro futuro ya está escrito y que todo aquello que podamos hacer o hagamos sirva para nada. Me he puesto a pensar en las historias de las princesas, por ejemplo. Una de esas mujeres seguro que ha existido, ya sea la de la zapatilla de cristal o la de los enanos, lo peor es que ha seguido la historia al pie de la letra, es decir, no intentaron modificar nada para cumplir con lo ya escrito. Qué miedo no poder cambiar su destino, qué miedo el ver y no poder actuar.

Por eso mismo el libro que compré no lo he ni siquiera intentado leer. Lo coloqué en la sección de literatura fantástica de la biblioteca. Si algún aventurado lo encuentra y lo lee que pese sobre él la maldición de conocer el futuro de su país, del mundo, de su especie. Yo no necesito más cargas, ya de por sí todos los días me despierto con un poco de tristeza sobre mi pecho y con algo de desilusión en mis ojos, además estos días grises de invierno no ayudan en nada, como esos cuerpos ensangrentados que justo en este momento transmiten por televisión. 

0 comentarios: