viernes, 30 de noviembre de 2012

Con el culo medianamente intacto


Por: Martín Soares.

El día de hoy amanecí con un dolor de garganta marca Diablo. Todo se debió a que el día de ayer hizo mucho frío y salí a la calle con la poca ropa abrigadora que tengo. Antes de abrir el primer ojo sentí la molestia y eso hizo que el levantarme fuese más pesado. Tomé una ducha rápida porque el gas se está por acabar y de esta manera es más seguro tener agua caliente durante todo el baño. Con este frío me es imposible bañarme con agua fría, a diferencia del verano.

Al terminar mi baño exprés, me vestí con mis típicos trapos contra el frío: un suéter azul, una chamarra café, el pantalón de pana y una playera cualquiera. De desayuno preparé pan tostado con mermelada y azúcar además de un té de limón con la finalidad de apaciguar tanto el dolor de garganta como el frío que comenzaba a sentirse ya en mis pies.

Mientras comía escuché el grito de los niños de la primaria. Vivo justo al lado de una escuelita mal pintada y abandonada, pero eso sí, con un resto de mocositos gritando desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Todos los días escucho los gritos, las risotadas y los chillidos de los infantes. La verdad es que son buenos vecinos la mayoría de las veces. Los lunes y jueves son cuando deseo mandarlos al carajo desde la azotea. Salir a mentarles la madre, gritarles unas cuantas majaderías y luego regresar a la cama con una sonrisa de satisfacción.

Los lunes son insoportables porque hacen honores a la bandera. Entre sueños escucho sus débiles cantos del himno nacional y el juramento a la bandera:

¡Bandera de México!,
legado de nuestros héroes
símbolo de la unidad
de nuestros padres
y de nuestros hermanos,
te prometemos ser siempre fieles
a los principios de libertad y justicia
que hacen de nuestra patria
la nación independiente,
humana y generosa
a la que entregamos nuestra existencia.

En tiempo de guerra, escuchar esas tonaditas en voz de niños me enchina la piel. La voz chillona interpretando un canto sangriento o un juramento mierdero a una patria que día con día vamos devorando y dejando en los huesos, crea imágenes en mi cabeza donde los niños van a luchar contra narcos o invasores extranjeros (depende todo de las noticias que haya leído una noche anterior) y acaban despedazados. Tengo sobrinos en edad de ir a la primaria y aunque nunca los veo y me importan tres pitos, los visualizo en mis sueños con un Cuerno de chivo o una M60E4 intentando esquivar las ráfagas que los otros les atizan. Putos cánticos patrióticos, putos infantes indefensos, puta guerra sexenal.

Los jueves son más tranquilos. No me hacen pensar en sangre y descuartizados. Los niños olvidan ese fervor patrio y entonan los jits del momento. Los profesores o directores, realmente no sé, están obligados a sacar a los pequeños a hacer ejercicios físicos una vez por semana. No sé si sea en todas las escuelas primarias, pero acá bailan y cantan canciones ridículas. Nunca me he levantado a verlos, pero en sueños observo sus pasos torpes para perder calorías con una rima deplorable. Desde pequeños les enseñan a mantener la línea, a cuidar su salud aunque luego les vendan cualquier porquería. Ser delgados para que de adultos, cuando no tengan un centavo para comer no se preocupen por su físico y sí piensen que están incluidos en la sociedad por estar a la moda. Flacos como la vil parca.

En esta ocasión, al terminar de desayunar, subí a la azotea de la vecindad para ver a los niños jugar a la hora del recreo. Tomé un par de cigarros y entre calada y calada vi a los escuincles correr de un lado a otro. Los mocosos sí que se divertían en su tiempo de descanso. Me hizo recordar mi infancia en aquella escuelita donde asistí. También corría de un lado a otro, también jugaba futbol con una lata de Coca-Cola, también me importaba una cacho de mierda la vida. Tenía un par de amigos y otro par de amigas. Nos llevábamos bien, platicábamos de todo un poco, menos de política. Vivíamos más en un mundo de fantasía, donde la paz reinaba y la seguridad sólo se veía amedrentada por los robachicos.

Antes no existía esta guerra estúpida. No sabíamos qué era un descuartizado o un narco o un decapitado. Nuestro país colapsaba pero de otra forma, poco a poco. Los políticos del partido que vuelve, se llevaban su tajada de todas partes y desaparecían a su manera, no mejor ni peor, sino a su puta y mierdera manera. Siempre ha existido la corrupción, la muerte y el hambre en mi país. Ahora, un hombre que se acaba de despedir, tomó una decisión que para mí fue un atentando contra todos lo mexicanos. El hombre tenía un palo en la mano y pensó que con eso bastaba para erradicar el panal. Mala idea, chico. De las todas ideas eligió la peor, pero no soy nadie para hablar de decisiones correctas o acertadas. Nos jodió a todos y el que viene seguirá jodiendo a su manera. Somos el país de los jodidos, no por pobres (que sí lo somos) sino por tanta joda que nos dan, pero bueno, no hablaré de política porque me hace encabronar y olvidaría a esos niños que vi en el patio de la escuela.

Mientras seguía fumando, pensé que esos niños llegarán a ser adultos si la bala se los permite. Olvidarán los juegos, los cantos y el ejercicio. Se incorporarán al rimbombante grupo de la Sociedad Económicamente Activa. Su alma se irá pudriendo y endureciendo. Dejarán esa alegría que destilaban y las penas y preocupaciones sociales, económicas, políticas, culturales, etc. los poseerán y tal vez, sólo tal vez uno de todos esos tendrá suerte. Será uno de los pocos adultos con ganas de seguir sus sueños, de continuar con la sonrisa en la cara, de ser sincero. Aunque luego debido a todo eso, seguramente no se hallará en el mundo porque este mundo cada día está peor y sólo le quedarán tres opciones seguras a ese niño-adulto: la locura, la frustración o la muerte.     

Luego de ese triste pensamiento decidí bajar a mi cuartucho. Calenté el poco té sobrante y abrí el libro que había dejado a la mitad el día anterior. No me hacía nada bien pensar en cosas tristes. Era mejor perderse en un buen libro y dejar en paz a esos escuincles que todavía les falta un largo camino por recorrer. Total, ellos van entrando y uno ya va de salida con el culo medianamente intacto.

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