domingo, 5 de agosto de 2012

Ninfa


por Astarte

Dicen que la ninfomanía es una palabra inventada por el hombre para reprimir a la mujer sexualmente, que trata de suprimir cualquier deseo que la mujer pueda sentir, esto sólo con el afán de hacerla sumisa.

No sé si sea cierto, pero la palabra me gusta y su concepto aún mas. Soy una ninfómana y, completamente presa de mis instintos sexuales, cada día me despierto con ganas de más, siempre buscando una experiencia nueva. 

Apenas tenía 15 años cuando mi libido despertó; salí a comprar algo a la tienda cuando lo vi de lejos, pude observar cómo sus ojos denotaban lujuria total, un hombre de 25 años aproximadamente que se escondía en la oscuridad dejando asomar sólo la perversión y el deseo.

Fue inevitable voltear a ver qué es lo que hacía, y es que sus manos se movían de manera agitada. Me habló, y como cordero me acerqué a él. Una complexión exquisita para la vista, un cuerpo marcado que me hizo sentir punzadas en medio de las piernas; sus manos tocaron las mías y las llevo a un mundo nuevo para mí: el mundo de la perversión.

Aún recuerdo cuando puso su pene entre mis manos y me enseñó a moverlas de manera suave, apretando un poco y sin perder un ritmo que cada vez era mas acelerado. Me  hinqué y coloqué en mi boca su miembro grande y duro, al que deseaba enormemente morder; lo saboreé y chupé como si fuera una paleta con un delicioso sabor, y el ver su cara de placer me excitaba aún más, provocando que esas punzadas que sentía entre mis piernas pidieran a gritos ración de excesos.

Me levantó suavemente y tocó mi pelvis metiendo su dedo delicadamente, provocando que un líquido mucoso saliera de mi entrepierna. Sus manos delineaban todo mi cuerpo, como si estuviera moldeando una pieza de barro. Su lengua chupaba mis senos soltando unas mordidas, mientras no dejaba de mover su dedo haciendo que mi cuerpo inconsciente se moviera a un ritmo que no conocía.

Fue entonces cuando levantó mi falda y me arranco el bikini como un perro desesperado que busca comida en una bolsa, abrió mis piernas y metió su pene dentro de mí, penetrando no sólo mi sexo, sino también mis sentidos. Un pequeño dolor me llenó de satisfacción, y entre más se movía más me perdía en un mundo donde los sentidos reinaban, la moral no existía y la lujuria era la diosa de tan majestuoso universo.

Me volteó bruscamente mientras me empinaba para meterla hasta lo mas profundo de mi ser; tirando de mi cabello me penetraba y se movía con un ritmo celestial. Y en esa danza, en cada paso, en cada ir y venir, me perdía más y más y más.

No sé en que momento sentí que mi cuerpo estaba a punto de estallar; un éxtasis que necesitaba ser liberado llegó intempestivamente, mojándome por completo. Mis piernas se tambaleaban y la lujuria me presentaba a su pareja: el placer.

Estallé cual si fuera una llave de agua que abres y sale el chorro mojando todo lo que esté a su alrededor. Él, estando a punto, vació todo su semen en mi boca dejándome probar el sabor de la dulce ambrosía, un sabor a pecado, ese pecado que deja satisfecho al cuerpo, a mi cuerpo.

Extasiados por el momento esperé a que mis piernas reaccionaran, entonces me aparté y seguí mi camino sin interesarme en saber quién era esa persona que me había presentado a la lascivia que hoy vive en mí y que me hace despertar con el deseo de tener una experiencia sexual, única y diferente, a la del día anterior.
  

1 comentarios:

Bastente interesante y bueno el texto, cada palabra y el coo describes las cosas llevan la imaginacion a ese momento exitando no solo el cuerpo, si no tambien los sentidos

Atte. Daritma de Romanus