viernes, 30 de marzo de 2012

Reflexiones de un país convulsionado por medio de frases catárticas II/II


Alejandro Badillo.

No ingresé inmediatamente después de terminar mi cigarrillo. Me quedé en la noche y sus estrellas. Escuché el retumbar de mi ciudad y mi pueblo. Sentí la cálida brisa del verano en mi rostro y en mis pensamientos.

Las tres primeras frases habían removido todo mi pensamiento y el sosiego del tiempo me neutralizaba, me regresaba la fuerza para seguir adelante. Los pequeños lapsos de paz ayudan para continuar con las arduas tareas, no por nada Jesús, el mesías católico, se había detenido tres veces antes de continuar con su martirio: el detener por un momento el suplicio para continuar el tormento. Yo tenía mi primera caída con ese cigarro y ya era hora de ingresar nuevamente a la habitación de las frases catárticas.   

Tomé mi libreta al entrar y continué leyendo:

I.                   "Probablemente Ícaro creía tocar el cielo cuando se hundía en el mar epónimo."

Nuestro país no está como para engañarse y los políticos pareciera que ven la realidad mexicana con unos quevedos mágicos. Describen escenas y situaciones totalmente dispares de lo que realmente acontece. Tal vez sea la única manera de perpetuarse ahí, en la cima, con engaños, haciéndonos creer que las cosas marchan bien, que no hay nada de que preocuparse, que sigamos entrando en su juego.
El presidente Felipe Calderón afirmó que, contra la percepción generalizada, sí va ganando la guerra contra la delincuencia organizada.
"Entiendo perfectamente y sé que es la percepción generalizada de que la guerra se va perdiendo. No comparto la afirmación, pero comprendo que es una percepción general que el estado debe combatir", dijo.
"Incluso, el propio término de guerra yo generalmente no lo utilizo, pero aun siendo así, si de guerra habláramos y fuera una guerra de estado con los criminales, la verdad es que, independientemente de que hay actos muy cobardes de ejecuciones y emboscadas a autoridades del Ejército y sobre todo policía Federal, la verdad es que la gran mayoría de los enfrentamientos entre las fuerzas federales y los criminales han sido ganados por elementos federales", afirmó ante los líderes de partidos.
La proporción de bajas es de 8 a 1, afirmó.
Calderón aseveró que el incremento de la violencia no es indicador para ver si la estrategia contra el crimen avanza o no. Incluso, aunque dijo que el número de homicidios, (28 mil, según el Cisen) es el dato más espectacular e hiriente, tampoco es un termómetro.
El número de decesos es reflejo de la disputa entre cárteles y grupos de criminales[1]
Él podrá creer que toca el cielo, que se encuentra a punto de pacificar un país que él mismo incendió, pero nuestra realidad es otra. Escuchamos los disparos de cerca, a unas cuantas calles de nuestra casa. Vemos mutilados cerca del mercado. Existe el miedo de salir por las noches y encontrarse una camioneta, unos muchachos, unos mexicanos. Nos hizo tener miedo del de a lado, mientras él va blindado.
Parece que en la política y en el amor la realidad es bastante fácil de distorsionar.

II.                "Si no nos salvamos nosotros como pueblo no nos salvaremos más"

La salvación está en el actuar diferente. El caminar diferente. El ver la vida de distinto ángulo. Los mexicanos han enfrentado un sinfín de episodios que los han visto unir sus fuerzas y sueños para alcanzar un fin común. No deberían creer más en sus políticos porque al final el pueblo es el que se encamina al desbarrancadero. Aquellos pueden tomar un avión a Londres o París o Nueva York, mientras que el pueblo se cae, se deshace, se consume.

Parece extraños que la sociedad mexicana no se percate de su poder, de su peso en la nación. Es como el protagonista de una película donde éste es la única arma para terminar e iniciar todo.

Como Alma Lilia que aferra un cartel casero en el DF con la leyenda "no todos los padres somos poetas, pero todos los hijos son poesía". "Estoy manifestando mi enojo, mi indignación y haciendo esta demostración de que se tiene que parar una guerra sin sentido", explica enérgicamente.
O como Alejandro, un joven mexicano convencido de que lo que pasa en México es culpa de "una sociedad que no reacciona, que ha sido demasiado tolerante con lo que pasa, siento que no hemos despertado". O como Piolo, otro chico que algo más escéptico, levanta los hombros y ofrece un gesto de dolor cuando se le pregunta si la marcha servirá de algo: "No creo, pero hay que probar, hay que estar".
Junto a todos ellos, Rafael, un hombre con muchos más años a la espalda: "Desgraciadamente en este país este tipo de protestas no llevan a ningún lado, pero algo hay que hacer", cuenta al pie del Palacio de Bellas Artes en el DF. "La culpa de lo que pasa la tenemos los ciudadanos por permitir tener un Gobierno como el que tenemos, por ser tan tolerantes".
-¿Con el Gobierno o con los 'narcos'?
-Es que muchas veces se confunden.[2]
La sociedad consciente es el único héroe y mesías que necesita México.

III.             "Un cronopio es una flor, dos son un jardín"

El día terminó con esta maravillosa frase y recordé lo que en verdad somos: todo un jardín. ‘Basta de vernos como una flor en medio del desierto', me grito. Yo, tú, él y ella somos un jardín de cronopios en busca de florecer y mostrar nuestra hermosura, nuestra fuerza.

Aquí ya no hay ninguna nota periodística, sólo un espacio en blanco que algún día, espero nada lejano, complemente esta frase del Grandísimo Cronopio. Escribámosla. 







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