Alejandro Amado Frausto.
Christian juega a
matar las estrellas. Con su rifle de papel ayer asesinó a la luna, por eso ya
no se le ve por las tardes. El conejo que habitaba en ella sangró a tal grado
que llovió durante tres días y tres noches sin tregua. Al cuarto día, Christian
desenfundó nuevamente el arma que le recortó su madre de un pliego de papel costoso.
-Si has de matar a alguien, mátale con
papel fabriano, que tenga una muerte digna– decía Matilde, su madre.
Christian jugaba a matar a sus vecinos.
Siempre disparaba al corazón. No disparaba a la cabeza puesto que no quería
liberar lo que habitaba en sus mentes. Constantemente imaginaba cómo
desangrarían si su arma fuese de rígido metal. Y es que a su parecer es más
bello ver brotar el líquido púrpura del corazón que de la mente, pues su abuelo
le ha contado que la mente de los adultos es un complicado revoltijo donde viven
monstruos y nefastas hadas que fornican entre sí. Christian teme que si dispara
a la cabeza estos seres escapen y comiencen a poblar el mundo y logren dominarlo.
Entonces él tendría que formar un ejército de niños con rifles de papel para
proteger a la humanidad infantil de los pensamientos adultos.
Aunque siempre le queda la duda de si
habitan algo más que monstruos y nefastas hadas -¿Acaso no habrá algún
duende?-. De cualquier forma Christian sigue asesinando humanos. Quizá algún
día lo haga con las manos.
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