martes, 6 de marzo de 2012

CUENTO DEL INFANTE ASESINO


Alejandro Amado Frausto.


Christian juega a matar las estrellas. Con su rifle de papel ayer asesinó a la luna, por eso ya no se le ve por las tardes. El conejo que habitaba en ella sangró a tal grado que llovió durante tres días y tres noches sin tregua. Al cuarto día, Christian desenfundó nuevamente el arma que le recortó su madre de un pliego de papel costoso.

-Si has de matar a alguien, mátale con papel fabriano, que tenga una muerte digna– decía Matilde, su madre.

Christian jugaba a matar a sus vecinos. Siempre disparaba al corazón. No disparaba a la cabeza puesto que no quería liberar lo que habitaba en sus mentes. Constantemente imaginaba cómo desangrarían si su arma fuese de rígido metal. Y es que a su parecer es más bello ver brotar el líquido púrpura del corazón que de la mente, pues su abuelo le ha contado que la mente de los adultos es un complicado revoltijo donde viven monstruos y nefastas hadas que fornican entre sí. Christian teme que si dispara a la cabeza estos seres escapen y comiencen a poblar el mundo y logren dominarlo. Entonces él tendría que formar un ejército de niños con rifles de papel para proteger a la humanidad infantil de los pensamientos adultos.

Aunque siempre le queda la duda de si habitan algo más que monstruos y nefastas hadas -¿Acaso no habrá algún duende?-. De cualquier forma Christian sigue asesinando humanos. Quizá algún día lo haga con las manos.

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