miércoles, 8 de febrero de 2012

La zafiedad de una maestra


por P.I.G.

El día de hoy, en Cuernavaca, Morelos, luego de sus rutinarios discursos en los que figura el tema de la seguridad como el común denominador (parece que ya no sabe hablar de otra cosa) y de los buenos deseos que inundan sus monólogos cotidianos, el presidente Calderón fue increpado por una maestra quien le reclamaba que la ayuda del Programa Oportunidades no le había llegado como era de esperarse.

El jefe del Ejecutivo salió al paso y cuestionó sobre los ingresos de la maestra, que de inmediato respondió que su salario ascendía, más o menos, a unos ocho mil o nueve mil pesos mensuales. “No sé por qué alguien ganando diez mil pesos al mes está en el Programa Oportunidades”, objetó Calderón. El hecho dio la nota, hubo fotos, mofas, y todo terminó ahí.

Sin el afán de defender al Presidente, porque esa labor ni me interesa ni me corresponde, lo que hizo la mujer, con todo lo que ello implica, consiste en una virtual recreación del modus operandi del mexicano cuando de traer ganancias a las arcas personales se trata.

La pregunta y posterior respuesta de Calderón son legítimas. ¿Qué hace una persona, ganando esa cantidad (cantidad considerable, dicho sea de paso), chupando de los recursos de un programa que está destinado a ayudar a “los que menos tienen”, por no llamarles pobres? Que funciona o no el programa, no es algo que quiera tratar en estos momentos. Lo que llama la atención es la soberbia de ciertas personas para hacerse de un dinero extra, a pesar de lo vil que puede resultar una acción tal.

Y el de la maestra de Morelos no es ni mucho menos un caso aislado,  se trata, reitero, de un reflejo de la sociedad mexicana, de los que quieren abarcar más y más, incluso a costa de los terceros. ¿O me van a negar que hay estudiantes que gozan de becas no tanto por su desempeño académico, sino porque en la evaluación socioeconómica se pintaron como los más miserables de la colonia?

Qué decir del patrón que reduce prestaciones para echárselas al bolsillo, o del jerarca religioso que pide limosna dizque por tratarse de una obligación espiritual. ¿Qué podemos esperar entonces de aquellos servidores y funcionarios públicos a quienes les basta con estirar la mano para sacar su tajada millonaria de los presupuestos de la nación?

He ahí al mediocre consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés, pidiendo una partida extra para “gastos de papelería” para la contienda electoral que ya se acerca o a los cínicos legisladores federales que ganan al día lo que un mortal gana al mes y encima piden un aumento de sueldo. O el caso de la maestra, la del SNTE, que nadie se explica por qué tan pinche rica y a la vez tan pinche estúpida.

Seguro que la maestra, la de Morelos, es la primera en quejarse “de la corrupción” que inunda a nuestro país, cuando ella misma ha dado pruebas de que la corrupción no les es del todo ajena.

Es cierto, la mierda está en la clase política mexicana, pero también está en la sociedad, y el asunto es que todos voltean a las cámaras, al Congreso, a Los Pinos, a las secretarías, a los partidos políticos, pero nadie voltea a los hogares, donde también hay corrupción, donde igual se roba, igual se miente y todo para beneficio propio.

No se escandalicen amables lectores, pero ésa es una realidad irrefutable: el mexicano es lacra, es tranza y encima se jacta de tener a los políticos más corruptos, que no deja de ser verdad, pero si los cimientos de este hotelucho barato llamado país se atreven a arrebatarle el recurso a una familia que verdaderamente lo necesita, aun teniendo un sueldo medianamente bueno, ¿qué podemos esperar de “los de arriba”, de los que se supone nos representan y dan forma a la vida nacional?

Insisto, Calderón y sus programas me tienen sin cuidado por el momento, el punto es que esa maestra (que por su preparación profesional debería gozar de un criterio por lo menos un tanto admisible) está haciendo lo que ya no debería hacerse: intentar a como dé lugar parecerse al burócrata quincenal que mama del pueblo y que encima quiere cada vez más.

En fin, ese pequeño encuentro entre el Presidente y una maestra morelense no debería pasar de largo. Ya se puso en evidencia algo que en realidad todos sabemos pero no nos atrevemos a reconocer abiertamente.

Mejor vayamos aceptándolo, el mexicano es así y mientras no cambie la forma de ser-actuar-pensar de éste nunca podremos aspirar a una primavera árabe, sino más bien al siempre constante invierno mexicano que cada vez nos ahoga más en la mierda de siempre.

Y ya no le pidas al mexicano que lea, porque ésa es agua de otro caudal y sería un cuento de nunca acabar.

1 comentarios:

Yo quiero tener una asignación de Oportunidades. Se vio bien el presidente mandándola a la chingada. Lo malo, se demuestra que no hay transparencia ni equidad en esos programas.