por P.I.G.
El día de hoy, en Cuernavaca, Morelos, luego de sus
rutinarios discursos en los que figura el tema de la seguridad como el común
denominador (parece que ya no sabe hablar de otra cosa) y de los buenos deseos
que inundan sus monólogos cotidianos, el presidente Calderón fue increpado por
una maestra quien le reclamaba que la ayuda del Programa Oportunidades no le había
llegado como era de esperarse.
El jefe del Ejecutivo salió al paso y cuestionó sobre los
ingresos de la maestra, que de inmediato respondió que su salario ascendía, más
o menos, a unos ocho mil o nueve mil pesos mensuales. “No sé por qué alguien
ganando diez mil pesos al mes está en el Programa Oportunidades”, objetó
Calderón. El hecho dio la nota, hubo fotos, mofas, y todo terminó ahí.
Sin el afán de defender al Presidente, porque esa labor ni me
interesa ni me corresponde, lo que hizo la mujer, con todo lo que ello implica,
consiste en una virtual recreación del modus operandi del mexicano cuando de
traer ganancias a las arcas personales se trata.
La pregunta y posterior respuesta de Calderón son legítimas.
¿Qué hace una persona, ganando esa cantidad (cantidad considerable, dicho sea
de paso), chupando de los recursos de un programa que está destinado a ayudar a
“los que menos tienen”, por no llamarles pobres? Que funciona o no el programa,
no es algo que quiera tratar en estos momentos. Lo que llama la atención es la
soberbia de ciertas personas para hacerse de un dinero extra, a pesar de lo vil
que puede resultar una acción tal.
Y el de la maestra de Morelos no es ni mucho menos un caso
aislado, se trata, reitero, de un
reflejo de la sociedad mexicana, de los que quieren abarcar más y más, incluso
a costa de los terceros. ¿O me van a negar que hay estudiantes que gozan de
becas no tanto por su desempeño académico, sino porque en la evaluación
socioeconómica se pintaron como los más miserables de la colonia?
Qué decir del patrón que reduce prestaciones para echárselas al
bolsillo, o del jerarca religioso que pide limosna dizque por tratarse de una
obligación espiritual. ¿Qué podemos esperar entonces de aquellos servidores y
funcionarios públicos a quienes les basta con estirar la mano para sacar su
tajada millonaria de los presupuestos de la nación?
He ahí al mediocre consejero presidente del IFE, Leonardo
Valdés, pidiendo una partida extra para “gastos de papelería” para la contienda
electoral que ya se acerca o a los cínicos legisladores federales que ganan al
día lo que un mortal gana al mes y encima piden un aumento de sueldo. O el caso
de la maestra, la del SNTE, que nadie se explica por qué tan pinche rica y a la
vez tan pinche estúpida.
Seguro que la maestra, la de Morelos, es la primera en
quejarse “de la corrupción” que inunda a nuestro país, cuando ella misma ha dado
pruebas de que la corrupción no les es del todo ajena.
Es cierto, la mierda está en la clase política mexicana, pero
también está en la sociedad, y el asunto es que todos voltean a las cámaras, al
Congreso, a Los Pinos, a las secretarías, a los partidos políticos, pero nadie
voltea a los hogares, donde también hay corrupción, donde igual se roba, igual
se miente y todo para beneficio propio.
No se escandalicen amables lectores, pero ésa es una realidad
irrefutable: el mexicano es lacra, es tranza y encima se jacta de tener a los
políticos más corruptos, que no deja de ser verdad, pero si los cimientos de
este hotelucho barato llamado país se atreven a arrebatarle el recurso a una
familia que verdaderamente lo necesita, aun teniendo un sueldo medianamente
bueno, ¿qué podemos esperar de “los de arriba”, de los que se supone nos
representan y dan forma a la vida nacional?
Insisto, Calderón y sus programas me tienen sin cuidado por
el momento, el punto es que esa maestra (que por su preparación profesional
debería gozar de un criterio por lo menos un tanto admisible) está haciendo lo
que ya no debería hacerse: intentar a como dé lugar parecerse al burócrata
quincenal que mama del pueblo y que encima quiere cada vez más.
En fin, ese pequeño encuentro entre el Presidente y una
maestra morelense no debería pasar de largo. Ya se puso en evidencia algo que
en realidad todos sabemos pero no nos atrevemos a reconocer abiertamente.
Mejor vayamos aceptándolo, el mexicano es así y mientras no
cambie la forma de ser-actuar-pensar de éste nunca podremos aspirar a una
primavera árabe, sino más bien al siempre constante invierno mexicano que cada
vez nos ahoga más en la mierda de siempre.
Y ya no le pidas al mexicano que lea, porque ésa es agua de
otro caudal y sería un cuento de nunca acabar.
1 comentarios:
Yo quiero tener una asignación de Oportunidades. Se vio bien el presidente mandándola a la chingada. Lo malo, se demuestra que no hay transparencia ni equidad en esos programas.
Publicar un comentario