Por: Martín Soares.
Desde que llegué a este
sitio no había escrito ni una sola palabra. No tenía la necesidad de dejar un
rastro, de hacer pensar o ya siquiera de comunicarme. Vivir aquí es disfrutar,
es el Paraíso para todo el amante de la soledad. Hay muchos internos, pero
pocos de ellos me hablan. Cada quien vive en su mundo, es como si el hospital
fuera un planeta y nosotros sólo satélites. Yo me he nombrado Sísifo, la luna
Sísifo.
Te escribo para pedirte
un favor. Sabes que no lo hago a menudo, el pedir favores claro está, pero esta
vez en verdad necesito de tu ayuda. Cuando estuvimos juntos te presté varios
libros, si recuerdo bien los presté, nunca los regalé y ahora los necesito.
Pasar tanto tiempo encerrado, pensando en cosas tontas, algunas veces en ti,
viendo a los satélites orbitando, me llega a desesperar, por eso necesito
releer mis libros, los que te presté cuando estábamos juntos, cuando me
llamabas celoso hijo de puta o maldito enfermo.
La verdad es que no
estoy tan loco como ustedes (tus amigos, mi familia y tú) me creían. Uno llega
a un punto donde el mundo se le viene encima. Comienza a devorarnos, no por los
pies, pero sí por la cabeza. Las alucinaciones, los cambios de humor, la
tristeza eran los rastros de la antropofagia que se cometía. No pude soportar
más la rutina de allá afuera. Mi vida se fue desmoronando y nuestro final fue la destrucción del último refugio. Cuando me dejaste, mi mundo quedó desierto, no había la menor
esperanza por recuperar lo perdido. Todos comentaban que tenía en mis manos
otra oportunidad, intenté retomar fuerzas para continuar subiendo la pesada
roca, pero caía y caía y volvía a caer. No avanzaba mucho y cuando se está
hasta el fondo la obscuridad impide percibir los progresos.
El principio del fin tú
lo ocasionaste, luego las cosas se fueron dando solas. Acabé “loco”,
desesperado, sin esperanzas. Me trajeron al Planeta y comencé la recuperación.
Ahora me siento bien, no tengo más problemas y por eso no deseo salir de aquí.
Le tengo miedo a ese mundo que habité, a ese otro planeta de verdaderos locos y
enfermos… como tú y tus amigos y mi familia.
Ustedes no necesitan
venir para acá, ya están bien matándose, sintiéndose personas plenas cuando en realidad se están devorando las unas a las otras. Arrancan cabezas, sueños,
piernas, fuerzas y sentimientos. Se comen todo eso y más, pero lo peor es que
lo disfrutan. La bestia de su planeta me devoró y me llaman enfermo cuando en
verdad es que morí.
Morir y renacer.
Renací, querida, pero ya no quiero volver. Seguiré jugando con mi piedra en
este lado, pero necesito mis libros. Si no quieres venir por mí no hay ningún
problema. Prefiero no verte, pero regrésame los libros. Además, ni te gustaba
leer, no sé por qué nunca los regresaste. Recuerdo tus berrinches porque leía
en el desayuno y antes de dormir, preferías ver la televisión, tus programas
idiotas que me tenía que tragar… no sé por qué yo soy el enfermo y tú la sana
si veías esa porquería televisiva. Cosas extrañas de la puta vida.
Marcia, espero mis
libros con cariño. Por el momento continuaré orbitando este planeta, mi Planeta.
Intentaré dejar el pasado atrás, intentaré no odiarte más, pero sobre todo,
haré un gran esfuerzo por no volver jamás.
0 comentarios:
Publicar un comentario