lunes, 6 de febrero de 2012

Como una ola de mar


Por: Ekary

Si de ti he bebido hasta la última gota, si con cada luna nueva has de acompañarme en mi velo eterno, formando parte de la robusta estadía, ahí donde los muebles viejos se han llenado de polvo milenario, partículas que rodean la alcoba y las rosas marchitas son la tumba de mis anhelos. Sí, creo que te querré ahí.

Sobre aquella mesa de buen roble he escrito mis memorias a lo largo de los años, me he abrumado con la enorme soledad con la que son plasmadas, sólo he sido espectadora de una interminable existencia de la humanidad. Su ciclo vital se renueva, pero aun así siguen cometiendo errores, creo que su extinción no sería suficiente para limpiar verdaderamente el mundo como se necesita, porque al final siempre existirá algún testigo sobreviviente de las desgracias, como suele ser el ímpetu del humano, ¿comprendes lo que trato de decir?

Cada paso que había dado antes de conocerte era perturbador, era inusual lo que acontecería, la rutina nocturna me apetecía simplemente en un área de mi cuerpo, pero más allá, mis deseos estaban insatisfechos, me atrevo a confesar que éstos ni siquiera gozaban de una forma, sólo mi infortunio desesperado me llevaría a dibujarlos en un lienzo ubicado en mi imaginación, -sí, admito que es grande y que muchas cosas me sorprenden aún- de haber perdido esa capacidad seguramente sería menos humana.

Una tarde, una muy oscura la recuerdo, estabas ahí mirando hacia la nada, no entendía por qué, si teniendo un hermoso paisaje frente a tus ojos, ellos se limitaban a fijarse en el profundo lago que se visualizaba metros adelante. La brisa movía mis cabellos, sin pensarlo me coloqué detrás de ti, no muy cerca pero lo suficiente para conocerte mejor. Tardaste en darte cuenta de mi estancia; sin embargo, una vez hecho el acto las miradas se fijaron inquisitivamente.

Entendimos los mensajes que nuestras miradas lanzaban, los pliegos de aquel vestido de terciopelo azul que cubrían mi tímida anatomía no te distrajeron lo suficiente de mi rostro, te clavaste en las ondas que adornaban en mi cabello con cada soplo del aire, era eso y lo delicado de mi aspecto lo que más te conmovió, te diste cuenta, no era común encontrarte a alguien así en aquel lugar.

Mis manos pronto rozaron tus mejillas, jugué con mis dedos acariciándote los labios, quisiste responder pero te sorprendió sentirme tan fría que lo hiciste de nuevo, me asombró ver cómo te acostumbrabas tan pronto.

Fue así que decidiste seguirme a la oscuridad que la noche marcaba sin pautas, no fue necesario llevarte de la mano, estabas prendido de mí como un niño con un helado derretido, y yo disfrutaba tu compañía como ningún otro placer. Poco fue lo que estuvimos, pero el suficiente para reconocer que la humanidad en realidad estaba viva, más allá de los latidos que sus corazones precipitados lanzaban.

Es por eso que me embargó la pena al descubrir lo frágil de tu mortalidad, sabía que tu belleza no sería eterna, al menos no en aquel momento ni en ningún otro porque la naturaleza se encargaría de llevarse lo que es suyo y al final terminarías siendo parte del suelo por el que posan mis pasos. Tenía miedo de aquel momento indeseado, te había poseído como posee el mar a los peces, habías naufragado y las sirenas te llevaron a salvo dentro de una enorme concha y tú eras la perla, la más hermosa, la que más  brillaba en el fondo del océano.

Entonces los cánticos de aquellas mortíferas criaturas te silenciaron para sumergirte en un sueño profundo, eterno, donde resplandecerías por siempre, y al final te llevarían conmigo, al destino que habías elegido desde que me mostraste el camino de mis deseos. Lo supe desde tu primera caricia: poseerte más allá de tu vitalidad, conservar no sólo el recuerdo de tus memorias, conservarte a ti, así como tú me conservarás en lo profundo de tus sueños, navegando por mares desconocidos, explorando sus tesoros escondidos sin tener que compartirlos.

Así fue mi querido amante como te convertiste en mi adoración e irremediablemente me debatí contra mi propia naturaleza por seguir tus pasos, tras intentos fallidos logré acercarme más a ti, a seguir tu sueño, me embarqué en un balsa para alcanzarte y remaré hasta que consigamos nuestro objetivo, ahí donde los sueños son perecederos, sin miedo a las marcas de la edad, sin discapacidades, ahí donde todo inicia y donde todo deberá culminar eternamente.

Sólo así nos volveremos a encontrar, en nuevos mares donde hemos de naufragar, donde las sirenas nos invoquen con sus cantos y permanezcamos a lado de Tritón cuidando nuestro nadar. Hasta entonces velaremos en la misma habitación, que comienza a iluminarse con la salida del sol.

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