lunes, 14 de octubre de 2013

De “amores comprados” y amantes “sin/ceros”

Por: Pep.

Hola Julio, hola mi amor.

Disculpa que lo haga mediante este papel y con éstas palabras, pero creo que todos tenemos un límite, y yo he llegado al mío.

¿Recuerdas que siempre me habías pedido algo? Pues hoy estás de suerte. Hoy te toca saber lo que Ana esconde.

Cierto día conocí a una chica, se llama Elisa, bueno, al menos ese nombre es con el que se presentaba siempre.

Físicamente Elisa es una mujer a la que su cuerpo, medianamente proporcionado, le ha abierto las puertas de muchos lugares (al par de sus piernas, claro). Recuerdo que desde que dejó su casa, Elisa fue lista a la hora de usar su cuerpo para conseguir lo que fuera necesario.

A los 16 años, y con un novio 10 años más grande que ella, Elisa aprendió que cuando se quiere obtener algo, hay que dar algo a cambio. Que la vida puede darte muchas cosas siempre y cuando tú estés dispuesto a dar un poco más.

A los 16 años, Elisa perdió su virginidad, no se sabe a ciencia cierta cuántas personas se quedaron a nada de entrar por primera vez a ese templo que ahora guarda millones de secretos. Pero hubo más de dos o tres intentos hasta que Fabián, tras una noche de alcoholes, música y caricias que se perdían entre tragos de vino, logró convencerla o, dicho de otra manera, sometió a Elisa para que ésta le permitiera hurgar entre sus piernas, bajo su blusa, entre el pantalón y hacer con ella lo que había deseado tres meses atrás, cuando al salir del trabajo le pidió que fueran novios.

Fue una tarde de abril, para Elisa todo era nuevo.

Sí bien antes había estado en situaciones similares, en dónde las manos del tipo en cuestión (generalmente chicos de su edad) bajaban hasta la cintura, mientras la lengua peleaba por permanecer dentro de la boca de ella, para luego dar paso a ir un poco más abajo, sentía como las manos del acompañante se deslizaban hasta llegar a tocarle el trasero; sobarlas nerviosamente mientras ella, muy bien acomodada, pegaba su cadera logrando sentir las reacciones bajo el pantalón de cualquier adolescente.

Elisa siempre supo la importancia de mover las caderas al caminar, al besar a alguien y a la hora de estar encima de alguien. Algo de lo que siempre se aprovecho para un mayor y mejor resultado satisfactorio.

Aquella tarde en la que Elisa se entregó a uno de los grandes placeres de la vida, estaba confundida, tomada y bastante complaciente. Fabián, a quien por fin se le cumpliría el tener a Elisa para él solo y como tanto deseaba, arregló todo. Llegaron a su departamento, en la colonia Estrella, de la Gustavo A. Madero.

Fabián vivía prácticamente solo, su hermano, dos años mayor que él, iba de vez en cuando a dormir a casa.

Entraron al departamento, Elisa se sentó de inmediato en el sofá de Fabián, éste busco en la cocina lo que sobraba de una botella de vino, quizá con restos aún del labial de la chica anterior. Bebió un poco y pasó la botella a ella.

Elisa bebió y de pronto fue como si algo la impulsara sobre Fabián, a quién sentó a su lado, para luego ponerse por encima de él, abriendo las piernas y bajando un poco la cadera. Fabián no dejó pasar la oportunidad, besaba su cuello, pasaba las manos por su espalda, y Elisa besaba su boca.

Un beso de esos que detrás llevan una invitación personal, una invitación a jugar entre besos y caricias, entre sabanas y saliva. Una invitación de esas que no tienen respuesta hablada, pero sí la encuentran cuerpo a cuerpo.

Después de otros tragos a la botella y varios besos en el cuerpo, Elisa se paró frente a él, sin permitirle decir nada, él la despojó de su blusa, se quitó la playera; y comenzó a besarla cerca del ombligo. Subía poco a poco mientras la punta de su lengua guardaba el sabor de la piel de Elisa. Una piel blanca, suave y con un aroma agradable.

Ella no puedo hacer nada, sólo contraerse por la excitación del momento. Una especie de escalofrío le recorría el cuerpo y sólo se dejaba llevar. Al llegar la lengua al pecho, los pezones delataban su excitación; un pecho pequeño, de niña, si así quieres llamarlo, quedó a la vista y deleite de Fabián.

Luego vino el quitarle el pantalón, la tela fina de encaje que cubría su, aún virgen, sexo, que ya se mostraba listo para ser sometido. Él se quitó la ropa solo, mientras ella contemplaba ya un poco más consciente el acto.

Luego él se volvió a sentar en el sillón, la tomó de las manos y pidió separara las piernas, mientras le indicaba se sentara sobre él. Ella, un tanto tímida, atendió a la indicación, justo al sentir que era penetrada por Fabián lanzó el primer grito al aire, su cara mostraba signo de satisfacción ante una nueva emoción.

Entonces él indicó cómo mover sus caderas, a la par de sus manos, ella se iniciaba en esos andares y le había gustado esa sensación que no es ni dolor ni gozo total. Que es un punto medio entre el sentir y estar. Ese vaivén de placeres agrupados en dos personas, en un mismo hecho, una conjunción de cosas, deseos y pensamientos, todo aquello que en una primera vez de alguien se ven reflejados; y que con el paso del tiempo, se van haciendo refinados.

Al término del proceso, Elisa no sabía cómo es que se sentía; pero supo, desde ese momento, que esa sensación era la única que valía la pena sentir.

Entonces se dio cuenta de que su cuerpo, su actitud y la suerte de saberse mover bien bajo las cobijas podrían tener sus beneficios.

Como droga, la primera vez era gratis, bastaba sólo un poco de vino, o algún trago de acuerdo a la ocasión y un lugar donde estar para que los hombres disfrutaran de los secretos del cuerpo de Elisa. Las demás ocasiones tenían precio de acuerdo a lo que se solicitaba.

Unos lo llaman prostitución, ella lo llamaba transacción. Comprar un “algo” y obtener dinero por dar algún servicio. Así llegó a los 25 años. La edad en la que no se es ni muy joven ni muy vieja.

Sus amigas, conocidas y cercanos sabían, a discreción, de cómo es que Elisa se ganaba el dinero que tenía.

Pero llegó el día en que ese ritmo de vida ya no le gustó, quería enamorarse. Ya no más negocios. El dinero que había juntado por tantos años de servicio le duraría para vivir sin preocupaciones por varios años.

Incluso buscó alguna escuela de danza, su sueño desde niña. La halló en Guadalajara, ingresó a la Escuela de Formación Integral de Danza, en aquél estado. Su vida cambio, conoció al que hoy en día es su esposo.

Empezó de cero, se creyó enamorada, tenía una casa, un coche, se convirtió en una gran bailarina. Pero no era feliz. Las nuevas personas de las que se rodeó sabían que sus padres habían muerto, que por esa razón viajó a Guadalajara, que no tenía familia ni pasado. Era como si la tierra la hubiera escupido y no recordara nada de sus ayeres.

Entonces llegó su cumpleaños número 30. No luce ni feliz ni triste, sabe que algo le falta. Sabe que algo no está bien; sabe que va a lastimar a su esposo, pero ya no puede con la culpa.

Su esposo, un bailarín de la compañía, hombre de buenos sentimientos, guapo y dedicado, preparó una cena para la ocasión; velas, vino tinto, el preferido de ella (el que bebió en su primera noche con alguien dentro), y su comida favorita. Una mesa que lucía esplendida, el mantel con detalles violeta y un arreglo de girasoles.

Elisa no pudo llegar a la ocasión, sólo se dedico a dejar un sobre con el portero del edificio en el que vivían. El sobre que contiene la explicación de la infelicidad en una relación de 5 años, tres de novios y dos de matrimonio.

Ahora que sabes lo que siempre habías preguntado pido no guardes rencor, pido no lo tomes a mal. Ha decidido partir lejos y retomar lo que alguna vez dejó, esa sensación de saberse usada, de ponerse precio y venderse al mejor postor.

Le gusta la mala vida, esa en la que sus caricias, como cualquier producto, tienen un precio. Tú ya has pagado mucho por ellas, pero realmente se ha dado cuenta de que más allá del dinero, son las personas. Saber que es una a la vez y será casi imposible volverla a ver.

No tengo más palabras para una despedida de un matrimonio que nunca debió ser; en dónde tú tenías una mujer, y yo, yo las ganas de correr.

Te quiere Ana… Ana Elisa.

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