miércoles, 21 de agosto de 2013

Y PARA ESPECIES PELIGROSAS, LA HUMANA

Por: B. Varglez.

Los animales me gustan desde que tenía uso de razón, siempre que veía un perro corría a acariciarle la cabeza o bien me gustaba jugar con los mininos de una de mis tías. Ella tenía como unos siete gatitos de todos los tamaños, así como varias crías de perritos de Leonarda, una can callejera que adoptó mi tío cuando lo siguió a casa.

Mi primer perro se llamó Goliat, tendría yo como seis años y se le perdió a mi mamá cuando me llevaba a la escuela; lo buscamos por semanas pero nunca apareció. En realidad mi apego al animal era muy grande y sentí esa pérdida como la de quien pierde un miembro de su familia. Muchos somos criticados por considerar a los animales como parte de nuestra familia; en realidad me importa un pito lo que piensen los demás, yo así lo veo y lo siento.

En mi casa siempre la abuela me inculcó el respeto por los animales, ya que ella decía que bastante era que fueran sacrificados para ser nuestro alimento, como para tratarlos mal.

La siguiente vez que tuve un perro fue cuando tenía 14 años, una perrita que vagaba sola por las vías del tren allá por Azcapotzalco. Me siguió desde la mañana cuando iba a la prepa, pero la espanté porque se me partía el corazón de que algo le fuera a pasar si me seguía hasta la avenida. Esa tarde, cuando regresaba a la casa, la encontré de nuevo en el mismo lugar: ahora si pude observarla bien. Era tan sòlo una cachorrita y tenía la piel toda llena de sarna y de nuevo me volvió a seguir.

No pude dejara ahí y la llevé a casa. Le marqué a mi madre al trabajo y le conté que la tenía conmigo, que tenía sarna, me dijo que al llegar la llevaríamos a veterinario, que la dejara en una cajita mientras tanto. El veterinario nos dijo que no había peligro y que con unos jabones se le quitaría la sarna. Mi abuela, que era de “remedios caseros”, la agarró, le untó no sé qué chingados en la piel; la perrita se quedó pelona y con el tiempo el pelo le creció negro y muy lindo. Funcionó el mentado remedio de la abuela. Fue así como Pichirila (la perrita) vivió con nosotros felizmente 16 años de su larga y buena vida.

Cuando la Pichi, como le decíamos cariñosamente, tendría como cuatro años, llevé un gato recién nacido que la gata del vecino había dejado en la azotea. Se lo puse a mi madre enfrente metido en un calcetín; el minino se veía tan cagado, que a pesar de que a mi jefa no le gustaban los gatos terminó dejando quedarme con él.

Años más tarde, durante la triste agonía de mi madre a causa del cáncer, el minino llamado Michelin y Pichi, la perrita, fueron sus grandes compañeros, hasta el final. Ellos no se quitaban de los pies de su cama, incluso el gato no permitía que nadie pasara al cuarto si estaba ella durmiendo. Les cerraba el paso a mis tías, pero no hacían nada, ni lo quitaban, porque entendían que el animal lo hacía por el inmenso amor que sentía por mi madre.

Y así puedo describir enormes momentos de felicidad que me han dado los animales que he tenido a lo largo de mi vida. Por ello puedo decir que sí, cualquiera que sea la especie, manifiesta amor por las personas, con quienes conviven, y algunos podrán decir que es porque uno los alimenta, pero también debo confesar que cuando murió mi madre, entré en un periodo de tristeza y muchas veces me olvidada de darles de comer, y aun así ellos seguían a mi lado como entendiendo el porqué de mi pendejez de dejarlos sin alimento.

Es por eso que no entiendo cómo algunos pendejos pueden cometer actos atroces en contra de los animales, golpearlos, torturarlos y todo tomarlo como un juego, como si el lastimarlos fuera tan simple como arrancar una hoja de cuaderno. Entiendo que no a todos nos tienen que gustar, pero no le hallo justificación al porqué del maltrato y la falta de respeto a las demás especies que nos acompañan en el planeta.

El peor error que tenemos los seres humanos es creernos superiores ante cualquier otra forma de vida. Dónde queda entonces el concepto de humanidad. Creo que es erróneo, no lo merecemos, porque no tenemos caridad hacia nada ni nadie todo nos es indiferente.

Enseñamos a los niños a usar tablet, iPhone y tantas otras cosas de la tecnología, porque obviamente es necesario, pero muy pocos padres tienen el hábito de llevarlos a correr, a jugar, a permitirles cargar un gato, un perro, porque enseguida se escucha el “te va morder”, “te puede arañar”, “está sucio”, “te va a dejar oliendo a perro”, “mira qué de pelos te dejó en la playera”

Ya dice una frase: “El corazón de un gran hombre se mide por como trata a las demás especies”.

Otro grave error es satanizar a los animales como el terrible incidente ocurrido en días pasados con unos pitbull en Tláhuac. Muchos querían mandar a los perros al antirrábico, cuando las verdaderas culpables son la dueña de los perros y la madre del niño; la primera por no tener la precaución de poner en la reja una malla para evitar que el perro saque la cabeza, y la segunda por no llevar a su hijo de la mano y no fijarse en lo que el pequeño hacía.

Se supone que lo que nos diferencia de los animales es el uso de la razón, de la cual carecemos en muchas ocasiones porque enseguida culpamos al animal por lo que haga y no nos ponemos a pensar que ellos dependen de nosotros y que lo que hacen como romper un zapato, roer una playera, entre otras cosas, es porque nosotros mismos los maleducamos, y acto seguido qué pasa, correr al perro de la casa o si bien le va darlo en adopción.

Debemos de tener claro que los animales no son juguetes que se den a un niño consentido en Navidad, cumpleaños o día de la chingada que sea. Tener un animal es tener un compromiso, aceptar que será tratado como parte de nuestra familia y que se le educará como se hace con un pequeño. Enséñenles a convivir unos con otros, porque nada cae más gordo que un escuincle que da gritos como becerro cuando ve un perro o un gato, y sin que ninguno de éstos lo pele siquiera, dan ganas de agarrarlos a cocos, neta, además de que se ven ridículos.

No adquieras perros y gatos en veterinarias, no fomentes el comercio animal. Si piensas en tener una mascota adóptala, hay muchos centros donde hay miles esperando un hogar, que al final el pedigree tú tampoco lo tienes y así guarrito y todo te aceptan y muchos hasta novia o novio tienen

Pero sobre todo no les hagas lo que no quisieras que le hagan a un hijo, porque cachorro o niño son iguales, ambos sientes y dependen de nosotros, ambos son bebés que esperan amor y buen trato. Date la oportunidad de tener una experiencia única teniendo como amigo a un animal, que, créeme, será el único, aparte de tus padres, que realmente te recibirá con cariño y pegará de brincos al verte. Ahora, que si no quieres uno, por lo menos, si no ayudas, no chingues.

1 comentarios:

MUY BUENO!!!!
TIENES TODA LA RAZON!!!