Por: Martín Soares.
Hay
de alzar la voz a alzar la voz. Recuerdo mi estancia en la secundaria cuando mi
profesor de filosofía nos enseñaba a ser rebeldes. Bastaba un disco de Silvio Rodríguez,
la imagen de El Che y unas cuantas palabras capaces de inflamar el alma. Muchos
caíamos en su puto juego. Mis amigos y yo comenzamos a ser rebeldes de papel. Hojitas
en blanco capaces de calcar todo aquello ubicado en la izquierda.
Uno
crece y se da cuenta de muchas verdades. Nada, en esta vida puede ser justo y
bueno. Ni los latinoamericanitos con sus remedos de dictadores, ni los asiáticos
con sus problemas sociales y ecológicos, y ya ni hablar de los árabes y africanos.
La justicia y la bondad parecieran depender de unas cuantas personas. El verbo
hecho carne es como se ven los muy reverendo hijoeputas.
Alzar
la voz parece sólo funcionar ya para presumir. Imagínate que la semana pasada
me fui a meter a un café de semi caché. Esos hechos para dar una imagen de
clasemediero a un pobre méndigo mendigo. Pedí el café más barato. No iba para
sentirme más, sólo necesitaba un techo, un lugar para pasar el rato.
La
chica que me atendió me recibió con una sonrisa que me provocó escozor en todo
el cuerpo. Odio la amabilidad y más aquella fingida. Me cobró 27 pesos por una
café nada decente. Necesitaba el puto lugar para escapar de la lluvia. Tomé una
mesa y me puse a observar lo que ahí pasaba. Música tranquila, aroma a baño (porque
debía respetar mi sitio, no podía sentirme como los otros, no lo soy) y voces
de madres, hijos, hombres y jóvenes con un tono como si se los estuvieran
cogiendo con un bate de béisbol y les encantara.
La
señorita de enfrente leía a Coelho. EL GRAN SALVADOR DE NUESTROS TIEMPOS.
Seguro le enseñan cómo vivir mejor, cómo comportarse como una idiota y seguir
comprando blusas de mil pesos en una tienda donde las tallas verdaderamente
sanas no existen. La de atrás gritaba, el de al lado también. No hablaban,
ellos aprendieron realmente a alzar la voz. Presunción por un lado y esnobismo
por el otro, mientras mi compañera (ella sí) Billy Holliday armonizaba la
pequeña pieza moderniesnobistapresunsuosa de nuestro tiempo.
Alzar
la voz sí que funciona en nuestro tiempo. Por desgracia es sólo valido para
unos. Para estos: los huelebien, calzabien y vistebien. Ellos saben, les
enseñaron y se adaptaron. Aquellos que no lo hacen siguen callados por ahí. Arrumbados
por allá. Esperan el momento de atacar con un silencio capaz de devorar todo
este malparido ruido.
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