viernes, 9 de agosto de 2013

Ruidos desasosegantes

Por: Martín Soares.

Hay de alzar la voz a alzar la voz. Recuerdo mi estancia en la secundaria cuando mi profesor de filosofía nos enseñaba a ser rebeldes. Bastaba un disco de Silvio Rodríguez, la imagen de El Che y unas cuantas palabras capaces de inflamar el alma. Muchos caíamos en su puto juego. Mis amigos y yo comenzamos a ser rebeldes de papel. Hojitas en blanco capaces de calcar todo aquello ubicado en la izquierda.

Uno crece y se da cuenta de muchas verdades. Nada, en esta vida puede ser justo y bueno. Ni los latinoamericanitos con sus remedos de dictadores, ni los asiáticos con sus problemas sociales y ecológicos, y ya ni hablar de los árabes y africanos. La justicia y la bondad parecieran depender de unas cuantas personas. El verbo hecho carne es como se ven los muy reverendo hijoeputas.

Alzar la voz parece sólo funcionar ya para presumir. Imagínate que la semana pasada me fui a meter a un café de semi caché. Esos hechos para dar una imagen de clasemediero a un pobre méndigo mendigo. Pedí el café más barato. No iba para sentirme más, sólo necesitaba un techo, un lugar para pasar el rato.

La chica que me atendió me recibió con una sonrisa que me provocó escozor en todo el cuerpo. Odio la amabilidad y más aquella fingida. Me cobró 27 pesos por una café nada decente. Necesitaba el puto lugar para escapar de la lluvia. Tomé una mesa y me puse a observar lo que ahí pasaba. Música tranquila, aroma a baño (porque debía respetar mi sitio, no podía sentirme como los otros, no lo soy) y voces de madres, hijos, hombres y jóvenes con un tono como si se los estuvieran cogiendo con un bate de béisbol y les encantara.

La señorita de enfrente leía a Coelho. EL GRAN SALVADOR DE NUESTROS TIEMPOS. Seguro le enseñan cómo vivir mejor, cómo comportarse como una idiota y seguir comprando blusas de mil pesos en una tienda donde las tallas verdaderamente sanas no existen. La de atrás gritaba, el de al lado también. No hablaban, ellos aprendieron realmente a alzar la voz. Presunción por un lado y esnobismo por el otro, mientras mi compañera (ella sí) Billy Holliday armonizaba la pequeña pieza moderniesnobistapresunsuosa de nuestro tiempo.


Alzar la voz sí que funciona en nuestro tiempo. Por desgracia es sólo valido para unos. Para estos: los huelebien, calzabien y vistebien. Ellos saben, les enseñaron y se adaptaron. Aquellos que no lo hacen siguen callados por ahí. Arrumbados por allá. Esperan el momento de atacar con un silencio capaz de devorar todo este malparido ruido. 

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